martes, 30 de septiembre de 2008
"No se pueden dar 700 mil millones y olvidarse del hambre", Clarín, 29/9/08
"Latinoamérica: 60 años de crisis", iEco, Clarín, 28/9/08
Crisis habrá siempre y –con una mirada benigna y distante– puede observarse que forman parte de todo proceso de crecimiento. "En las últimas seis décadas se distinguen tres crisis en la región: fines de los años 50; los 80, con la deuda externa, y comienzos de la década de 2000", es la caracterización de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su reciente informe anual 2007-2008.
(...)
Argentina estuvo entre 1961 y 1980 en el promedio regional en frecuencia de crisis y volatilidad; los factores políticos, sobre todo, la pusieron a la cabeza de la inestabilidad. Durante años hay una caída absoluta y prolongada del PBI per cápita: variación de precios, destrucción de la riqueza, baja de inversiones están entre las causas. Aun con la crisis de 1999 a 2002, la media de crecimiento 1991-2006 fue superior a la de las dos etapas anteriores. La volatilidad se explica en parte por conflictos distributivos "al redefinirse los derechos de propiedad, la distribución del ingreso siguió un camino marcadamente regresivo", dice el informe.
Joseph Stiglitz, Clarín, 26/9/08:
"Tenemos ahora un país más pluralista y diverso", por Fortunato Mallimaci, Clarín, 23/9/08
La búsqueda de un sentido espiritual de la vida es significativa para la gran mayoría de los habitantes de nuestro país. Comprender esa vida espiritual nos puede llevar a conocer gran parte del porqué de las acciones de personas y grupos. La secularización no es la desaparición de lo religioso sino su recomposición.
Esas creencias tienen un fuerte espesor histórico y social, y provienen de las múltiples memorias judeo-cristianas. Casi el 85% de los habitantes de nuestro país creen en Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. No vivimos -como se repite- un proceso de descristianización sino que están cambiando las formas, maneras e intensidades de búsqueda de ese sentido, que es diferente según clases sociales, nivel de educación, edades, regiones y género.
Esta búsqueda no se canaliza necesariamente (o no solamente) a través de las instituciones que suponen monopolizar "los bienes de salvación", sino que mayoritariamente cada uno, cada una, por su propia cuenta, crea, recrea, hace y deshace sus caminos creyentes.
No estamos ante sujetos pasivos, manipulables u obedientes a sacerdotes, pastores, rabinos o imanes que dicen lo que hay que hacer en cada momento. La enorme mayoría nunca o casi nunca asiste al culto y se relaciona con Dios sin mediación de una institución. Por el contrario, la creatividad, el "votar con los pies", el tomar creencias de uno u otro universo simbólico, el sentirse libre de optar, el decidir su vida de pareja, familiar y sexual, ya no es una excepción sino parte constitutiva de una cultura de la individuación que crece y se consolida en nuestras sociedades. El creer sin pertenecer no es sólo un problema de las instituciones religiosas sino del conjunto de las instituciones surgidas en la sociedad industrial.
Junto a esa cultura de la individuación también se desarrolla una cultura comunitarista, de grupos pequeños, que reafirman certezas, dogmas e identidades únicas, fuertes y exclusivas. Estamos hablando de no más de un 10% de la población. Son "núcleos duros" presentes en todos los grupos religiosos, que se expresan con la lógica "amigo-enemigo", desde la cual denuncian, se movilizan, ganan el espacio público, presionan (al poder político o mediático o institucional) y hablan en nombre del conjunto. Estos "núcleos duros" logran a veces monopolizar la representación convirtiéndose en "los católicos", "los evangélicos", "los judíos", "los islámicos", etc.
(...)
miércoles, 24 de septiembre de 2008
"No hay que confiar en los economistas", entrevista de La Nación a Nassim Nicholas Taleb, 21/9/08
-¿Qué le recomendaría a un lector argentino que abre el diario y ve que se anuncia crisis, que hay boom inmobiliario, que subirá el dólar, bajará el dólar...?
-Que sea escéptico, que desconfíe de los economistas. Hasta los periodistas saben más que los economistas, aunque no tanto como creen que saben (y los periodistas tienen, además, ese trabajo ingrato de tener que contar de una manera que se entienda cosas que quizá no se entienden de por sí). Pero los economistas tienen algo peor, además de que subestiman el riesgo y el impacto de los acontecimientos imprevistos, que son las categorías.
Un mundo post Estados Unidos, iEco, Clarín, 21/9/08
El colapso de Wall Street marca el fin de una era, suplemento iEco, Clarín, 21/9/08
martes, 23 de septiembre de 2008
La Renovación Peronista de los ochenta, por Mario Casalla, Crónica, 21/9/08
La palabra renovación no tiene mucho prestigio en la tradición política latinoamericana. Frente a otras tan estridentes como revolución, revuelta o rebelión, “renovación” suena a poco, a reformismo y hasta a un cierto conservadorismo. Sin embargo –como en tantas otras cosas- en esto el peronismo se diferencia de otras fuerzas políticas. Después de su fundación mitológica y su primera organización partidaria (en la década del ’40 del siglo recién pasado), la renovación fue lo más importante que le sucedió, cuarenta años más tarde. Esta afirmación puede resultar osada sino se la justifica. Veamos, en primer lugar no significa que al peronismo no le haya sucedido muchas otras e importantísimas cosas entre su fundación y ese movimiento interno denominado Renovación pero –visto ahora, dos décadas después- ésta resultó fundamental para su supervivencia en democracia y no pocos ven hoy mismo la necesidad de una Segunda Renovación peronista para enfrentar los desafíos del presente. Concentrémonos sin embargo en la primera.
Curiosamente sus orígenes hay que buscarlos en una derrota. En 1983 el peronismo sufre su primera derrota electoral, evidentemente la fórmula Luder-Herminio Iglesias no era la mejor para enfrentar al binomio radical Alfonsín-Martínez (claro que es más fácil advertirlo hoy que en aquél entonces). Fue inapelablemente derrotado y como bien se sabe la primera vez es la que más duele, sobretodo para una fuerza política que venía acostumbrada a la victoria cada vez que pudo confrontar en elecciones libres. Sin embargo su reacción fue sorprendente: superó rápidamente la lógica depresión inicial y al poco tiempo lanzaba esa formidable respuesta política, ideológica y cultural que fue la Renovación Peronista. Es decir empezó a disputarle al alfonsinismo –palmo a palmo- no sólo la mayoría numérica sino que operó también sobre el imaginario cultural de los ’80, buscando “volver a enamorar” a las capas medias resistentes, tal como lo había hecho en el ’73. En gran parte lo logró, ya que empezó a ser evidente que ese peronismo renovado era apto para transitar la vida democrática que se reiniciaba en el país, alejándolo de aquellos fantasmas del pasado que (reales o no) interferían su comunicación con la sociedad.
En esto, la figura de Antonio Cafiero fue decisiva. Si es cierto aquello de que el mejor programa político no triunfa sin un hombre carismático que lo encarne y lo represente, la generación más joven del peronismo tuvo entonces la suerte y la capacidad de dar rápidamente con ese hombre. Antonio Cafiero tenía los suficientes pergaminos políticos como para que nadie de la vieja guardia peronista pudiera objetarlo frontalmente (lo hicieron de otras maneras) y a la vez, la suficiente ductilidad intelectual como para comprender que los tiempos eran otros y que sólo un peronismo renovado podía volver a la victoria. Ese encuentro de un hombre ya histórico con una generación que pretendía ser protagonista, fue clave en aquél peronismo de los ’80.
Lo segundo fue su capacidad para ser oposición. Lejos de lo que algunos vaticinaban, desde sus bancas legislativas aquellos jóvenes legisladores de la Renovación (más varios históricos que accedieron a ellas, incluido el mismo Antonio Cafiero que asumió como diputado nacional) hicieron una oposición fuerte pero constructiva, criticando lo que debían criticar y apoyando sin reservas cuando lo que estaba en juego era el fortalecimiento de la democracia. La presencia de Antonio Cafiero junto a Raúl Alfonsín en el balcón de la Casa Rosada -durante los acontecimientos golpistas de aquélla célebre Semana Santa- son todavía hoy un ícono de juego limpio entre gobierno y oposición.
Sin embargo no todo eran flores en aquélla Renovación Peronista. Tanto es así que la victoria menemista de 1989 no sólo no puede considerarse su continuidad, sino que más bien hay que verla como su parálisis y rotundo cambio de orientación ideológica. El menemismo no sólo no continuó la Renovación Peronista sino que tampoco retrocedió al peronismo histórico: fue un auténtico salto hacia adelante, abandonando tanto una como otra de las variantes doctrinarias. Ni peronismo ortodoxo (a pesar de explotar con suma habilidad la iconografía peronista durante la campaña electoral contra Angeloz), pero tampoco peronismo renovado (al que tildaban despectivamente de “socialdemócrata” o de “zurdo”). Neoliberalismo liso, llano y sin anestesia. Acaso no haya habido tarde más triste para aquellos jóvenes renovadores que aquella cuando –después de haber perdido la interna frente a Menem y aceptando las reglas del juego- tuvieron que pasar por la oficinas de la Fundación Bunge y Born para entregar los planes que habían elaborado para un futuro gobierno peronista y la plataforma lista para la Justicia Electoral. Los recibieron con una sonrisa en la boca y el propio Carlos Menem -en el acto marplatense de lanzamiento de su candidatura- aclaró que su plataforma era “elástica” (sic). Alvaro Alsogaray entraba en escena, con bandera, vincha y Tula incluído.
Es que el peronismo había incubado, en su vasto nido, el huevo de la serpiente que habría de envenenarlo. ¿Quién podría decir que Menem no era peronista y que no era un “renovador” más? Había participado de todos los congresos y reuniones de la Renovación Peronista y era además gobernador de La Rioja, una de las pocas provincias donde el peronismo triunfó en 1983. Sin duda que lo era y si pudo llegar hasta adónde llegó era precisamente porque no se trataba de un “cuerpo extraño” (aquellos frente a los cuáles Perón le recordaba a su Movimiento la necesidad de formar “anticuerpos”). Para resistir esa acción externa de “copamiento”, el peronismo estaba bien preparado. Para lo que no estaba preparado era para una enfermedad que en vida del propio Perón todavía no había sido descubierta: el “Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida”. Esa terrible falla del propio sistema inmunológico, por la cuál éste deja de reconocer las bacterias y termina con la guardia tan baja que puede morirse de un simple resfriado. Acaso por eso algunos de los mejores cuadros de aquella Renovación Peronista del ‘83 fueron integrantes del flamante gabinete menemista del ‘89. Pero el sistema inmunológico de aquel menemismo era flamante y además Bunge y Born no se confundía fácilmente. Empezaba la década del ’90, pero esa es otra cuestión de la cual todavía estamos hablando.
El liderazgo político de la paz, por Julián Licastro
El fin de la Guerra Fría debe ser irreversible
Una serie de acciones militares, violencia civil y radicalización política, que va desde Georgia enfrentada a Rusia hasta Bolivia, Venezuela e incluso Honduras con fuertes denuncias contra Estados Unidos y su posible instigación de conflictos internos, ha hecho reaparecer el fantasma de la Guerra Fría, al menos en la opinión de algunos sectores ubicados a la derecha del espectro político. Esta deliberada exageración de algunos acontecimientos, que aún no tienen una dimensión capaz de alterar la situación en el marco general, parecen responder a la conveniencia de “remilitarizar la política” para favorecer posiciones ofensivas en distintos procesos electorales locales, empezando por la contienda en curso por la Casa Blanca.
Nuestra interpretación es sencilla: todos estos sucesos, sin duda preocupantes, confirman la tesis del carácter regional de los problemas internacionales que se manifiestan en esta etapa histórica, y no significan todavía, de manera alguna, la reaparición de una lucha de alcance global que implique amenazas a la seguridad de la única superpotencia militar del mundo. Esta realidad molesta a los beneficiarios del complejo industrial–militar–académico interesados en la dinámica de crecimiento de los presupuestos bélicos, y que por lo tanto conciben y difunden la teoría de la ilimitación del espacio estratégico, por medio de la cual “la guerra contra nadie “ se transforma doctrinariamente en la “guerra contra todos”.
En el caso de Georgia, que inició la agresión a los separatistas de Osetia del Sur partidarios de Rusia, es difícil imaginar una neutralidad de Washington que tenía destinado un número significativo de instructores militares para capacitar y potenciar a las fuerzas armadas de ese país, perteneciente a la ex Unión Soviética hasta su colapso económico y político. Es decir, EE.UU. estaba operando sobre la frontera rusa con la pretensión, extensiva a otros países de similar perfil, de incorporar nuevos miembros a la Organización del Tratado del Atlántico Norte–OTAN.
Esta iniciativa, complementada con los proyectos misilísticos en Polonia y la República Checa, más su deseo de consolidar alianzas con los estados de la llamada “nueva Europa”, para diferenciarla de la “vieja Europa” que ya no acompaña automáticamente sus decisiones unilaterales, despierta lógicas suspicacias entre los analistas independientes. El razonamiento es simple: si no existió instigación del ataque georgiano, como declaró Putín, al menos hubo un conocimiento directo del apresto de estas operaciones y ningún esfuerzo por evitarlas.
En este contexto es obvio que la llegada a Venezuela de dos bombarderos estratégicos rusos, para supuestas ejercitaciones militares, tiene el carácter de una devolución de favores. O sea, una respuesta a la jugada en el escenario del Mar Negro, con un gesto equivalente en el escenario del Mar Caribe. Un remedo, a muy baja escala, por supuesto, de aquella crisis de 1962 con Cuba, que finalizó con una negociación secreta entre Washington y Moscú, intercambiando la desmovilización de instalaciones sensibles en las zonas de influencia de ambos polos estratégicos de entonces.
Pero hoy la gran diferencia es la ausencia de una estrategia y una ideología de dominación mundial, como representó el comunismo hasta la caída del Muro de Berlín. Y es fácil comprender que el nuevo pensamiento político en Rusia es una suerte de nacionalismo eslavo que, a favor de una prosperidad económica impulsada por sus enormes reservas energéticas, se plantea fortalecer su defensa nacional y su proyección regional. Esto lógicamente choca con la probable extensión de la OTAN, que es resistida abiertamente como una amenaza inaceptable a su seguridad.
No remilitarizar la política
En el caso de Venezuela la apuesta es audaz y en consecuencia riesgosa, y ha sido interpretada por algunos observadores de la realidad política interna de este país hermano, como una especie de “fuga hacia delante”. En una palabra: sería el intento de radicalizar el discurso político en el marco del propio frente interno partidario, ante una dinámica de relativo desgaste del gobierno. En este aspecto hay que recordar las lecciones de nuestra propia historia, que señalan la necesidad –para culminar con éxito transformaciones profundas de carácter político, económico y social- de contar con un ámplio frente nacional y popular que supere la simple mayoría obtenida en una victoria electoral, por más legítima que ésta sea.
La reforma a fondo, en los términos de una refundación institucional para lograr realmente soberanía, desarrollo y equidad, exige así debatir con sinceridad y apertura, en términos de consenso político, y dialogar con todos los sectores inclinados de algún modo a la concertación social. En caso contrario, alcanzado un punto de saturación y ruptura, la situación puede derivar en una polarización y beligerancia crecientes, que tiene siempre el peligro del desborde.
Hay también aquí, entonces, un conflicto local y de proyección regional, debido a la presencia que Venezuela tiene en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras y su relación especial con Cuba. Paralelamente, hay una pugna oscilante con Colombia, y cierta contradicción con el marco de referencia que trata de postular Brasil para mejorar entre todos la calidad de la seguridad continental, en la perspectiva del Consejo Sudamericano de Defensa, que Argentina comparte en lo fundamental, con aportes de matices y propuestas.
De igual modo, la intensificación de los problemas internos de Bolivia –especialmente sensible para nosotros por razones de pertenencia histórica, contigüidad geográfica y proyección geopolítica - se suman a la repercusión de hechos que demasiado rápidamente han trastocado una situación favorable, definida por la existencia unánime de gobiernos democráticos incuestionables y fronteras pacificadas. Todo lo cual destaca la prudencia que debe ejercerse para volver a encarrilar estos procesos por vías no violentas; porque debe decirse, aunque parezca obvio, que la fragmentación latente es lo contrario de la integración.
No comprometer los intereses estratégicos
Aquí se pone a prueba la capacidad política, diplomática y de las instituciones de la defensa para retomar el clima propicio a la convivencia y la unión. De más está decir que la etapa histórica que transitamos exige pasar de las “hipótesis de conflicto” a las “hipótesis de cooperación”, para salir del viejo esquema de las guerra de frontera, hoy totalmente anacrónico, y entrar en los proyectos de integración. Esto significa pasar de la defensa territorial propia como doctrina excluyente, a la defensa de los recursos naturales e históricos, que requieren esfuerzos coordinados en un plano bilateral y multilateral.
Ninguno de nuestros países se desarrollará económicamente y conquistará una justa distribución social, si lo intenta sólo, aislado y en medio de presiones fronterizas. Por eso afirmamos que “la paz es un recurso estratégico”, tanto en la política exterior como en la política interior, que debe mantenerse sólidamente en el marco del régimen democrático, el orden constitucional y el juego armónico de las instituciones republicanas. Ante este desafío que implica el manejo prudente de la crisis, hay que conservar la cabeza fría, porque la radicalización ideológica suele ser sólo retórica, si no se puede sostener con el nivel organizativo necesario en cantidad, calidad y tiempo.
Es cierto que el sistema de dominación impuesto a la América Latina por muchas décadas de explotación y marginación en lo económico y político, parece justificar una cosecha muy grande de prevenciones y resentimientos, pero que no garantiza por sí misma el éxito en la movilización de los pueblos. Este éxito exige una mayor calidad en la cultura política, especialmente de los cuadros de liderazgo, para acumular fuerzas por obra de la unión nacional y la integración regional; que en caso contrario se arriesgarían por falta de cálculo, desperdiciando la oportunidad histórica de la integración que hoy es más evidente que nunca.
Finalmente, digamos que los sucesos que estamos analizando ponen a prueba el camino más adecuado para construir la unidad regional: sea en el intento de un avance uniforme con la totalidad de los países del mismo espacio geopolítico, sea con un impulso progresivo que - partiendo de los países- clave más predispuestos a unirse - luego se amplíe al conjunto. Este es el ejemplo europeo, cuyo proyecto comunitario nació sobre la muerte de los prejuicios y antagonismos que opusieron por más de un siglo a Francia y Alemania.
Nuestro gobierno, en la voz de la Presidenta de la Nación en oportunidad de su reciente viaje a Brasilia, ha definido el concepto con precisión: “nuestros mejores socios son los vecinos, con quienes compartimos una identidad histórica, cultural y de intereses estratégicos”. Una frase que alienta una significación importante, especialmente si consideramos a los intereses estratégicos como aquéllos que surgen de la confluencia fructífera entre la política exterior, la política económica y la política de defensa.
Con este mismo espíritu, y sin dejar de realizar la convocatoria más amplia posible para constituir el ideal de Unasur, es necesario también ejercer el liderazgo activo de la paz en nuestro continente. Esta es una tarea que no surge meramente de la diplomacia versallesca, ni de la influencia económica, ni de la fuerza militar. Es un ejercicio práctico y posible de visión amplia y paciencia política, a favor del ejemplo que siempre se debe dar de vocación democrática y latinoamericanista, siguiendo el rumbo fundacional de nuestros padres de la patria.
Este liderazgo corresponde, por responsabilidad y no por prepotencia, al núcleo contemporáneo promotor de la unidad sudamericana, aglutinado en la cuenca fluvial del Paraná–Plata. Un eje de valor estratégico incomparable por su dirección Norte–Sur de naturaleza plenamente integradora, y su proyección oceánica al litoral atlántico y a la zona austral, donde confluye con la Cordillera de los Andes, como columna vertebral del continente. Una verdadera síntesis geográfica que debe expresarse en la resolución de los problemas derivados de la gran política de la integración y el desarrollo regional.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Manual de zonceras discursivas, por Marcos Mayer, revista Ñ, 20/9/08
El concepto de colonización pedagógica es central en el pensamiento de Jauretche y define al resto de sus categorías. Social y políticamente, sólo se puede estar de un lado o del otro de la "colonización pedagógica" que es el proceso a través del cual los intelectuales y también la gente común de un país acepta como válidas premisas que no sólo poco o nada tienen que ver con su realidad concreta sino que atentan contra la posibilidad de desarrollo autónomo del país.
(...)
Pese a no hablar del presente, Casullo trae a colación el otro aspecto a considerar en Jauretche: la vigencia de sus análisis. Fernando Braga Menéndez, quien alguna vez pensó en spots publicitarios con frases del autor de Manual de zonceras argentinas para defender la gestión del gobierno es contundente: "Hace 50 años Jauretche describió en detalle todo lo que nos sucede en la actualidad. Por ejemplo, al releer 'el nuevo rico no sabe que su prosperidad es hija de las nuevas condiciones históricas y cree que todo es producto de su talento', uno no puede dejar de pensar en la confusión que están padeciendo muchos habitantes de la pampa húmeda ante su enriquecimiento sorpresivo." Y concluye como para no dejar dudas: "estoy seguro que de estar vivo, hoy Jauretche sería kirchnerista."
(...)
Más a nivel de las bases, una crónica publicada en Clarín por Vicente Muleiro, luego de recorrer una de las carpas oficiales instaladas frente al Congreso durante el conflicto con el campo, registra esta reflexión de un militante: "Ha aparecido un nuevo sujeto social: el sojete. Es una continuidad del pequeño burgués mediopelista que analizó don Arturo Jauretche. Es un tipo que no tiene campo, pero siente que se acerca a tenerlo apoyando a los que lo tienen."
El capitalismo en el espejo, por Felipe González, La Nación, 18/9/08:
Un año después del comienzo de la crisis del sistema financiero de Estados Unidos y su rápido contagio a otras áreas centrales, seguimos sin diagnóstico y, por tanto, sin terapia. Es una crisis extraña. Por el momento, ha liquidado la extendida creencia de que el mercado lo arregla todo y solo. Es decir, la teoría dominante desde los años 90 del "todo mercado", con un rechazo fundamentalista a la intervención regulatoria.
El desconcierto lleva a la Unión Europea a hacer lo contrario de lo que se hace en Estados Unidos en política monetaria, aunque los problemas de inflación sean los mismos. En los países centrales, sigue cayendo la actividad y los precios se resisten a bajar.
(...)
Es verdad, casi la única verdad, que se sigue sabiendo poco sobre las causas profundas de esta crisis global y que nadie se atreve a predecir los efectos ni la duración. Ha habido otras con anterioridad, como la que indujo hace una década la crisis financiera de los mercados emergentes, que terminó contagiando a los centrales en los albores del nuevo siglo.
Ahora ha empezado al revés. Son los países centrales, comenzando por Estados Unidos, los generadores de la crisis financiera. Como hace una década, pero al revés, hay quienes dicen que los países emergentes están desmarcándose de ella, pero tengo la convicción, que entonces también expresé, de que se contagiará el conjunto del sistema y tendrá efectos sobre la economía real de los países emergentes, no sólo de los centrales.
(...)
Cargada de paradojas y plena de contradicciones la situación en que nos encontramos, pasamos de pedir a los responsables políticos que no interfieran, que no regulen, que dejen libertad a los mercados, a reclamar que arreglen los desaguisados a los que den lugar, incluso cuando la crisis, por sus causas y consecuencias, está más allá de sus competencias y capacidades locales-nacionales.
jueves, 18 de septiembre de 2008
"La gran tentación autoritaria", por Carlos Fuentes, La Nación, 6/9/08
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Fragmento de "Estados Unidos contra Estados Unidos", de Alberto Benegas Lynch, La Nación, 14/9/08
"El precio del petróleo y la seguridad mundial", por Henry Kissinger, Clarín, 14/9/08
Todas las naciones consumidoras están en el mismo barco. Una recesión global no respetará fronteras nacionales. Ninguna nación individual puede establecer una posición preferente en forma permanente ante los productores.
"Soy intelectual y me gusta Macri", entrevista a A. Rozitchner, ADN Cultura, La Nación, 13/9/08
-Descalificaría el uso de la palabra derecha, al menos en nuestro país. En la Argentina, si una persona dice "soy de derecha" es como si dijera "soy un monstruo", "soy horrible", "soy despreciable". La derecha es una posición imposible: o sos de izquierda o sos malo. Sostener que la izquierda es ignorante, reaccionaria y fascista no quiere decir que seas de derecha. ...se es el juego de la izquierda. Yo no quiero jugar a ese juego: no soy de izquierda ni de derecha. Me considero un artista de las ideas, me gusta escribir historias, no tengo necesidad de esa orientación ideológica.
-Claro. El progresismo es una mirada muy pobre del mundo, muy ignorante. No se da cuenta de que la vida es problemática porque naturalmente es así; cree que se debe a que los malos la han hecho así. Ganamos mucho en eficacia si, en lugar de hacer un trabajo crítico y destructivo, inventamos y creamos cosas lindas.
-Me causa gracia, porque se plantean como pensadores tan refinados y tan escépticos y terminan apoyando al rey de los pajaritos. Transan con un gobierno de ínfima calidad porque reúne dos o tres condiciones ideológicas pero se bancan la corrupción, la ineficacia. Aparecen ciertos símbolos, ciertas palabras, y adhieren. No importa si son ineficaces en la construcción de bienestar para el pueblo. Está muy bien la caracterización que dice que el progresismo, la izquierda, es más un fenómeno discursivo que una capacidad de tratar con el mundo.
jueves, 4 de septiembre de 2008
“Lechos marítimos: rápida movida oficial para contrarrestar críticas”, por Oscar Raúl Cardoso, Clarín 2/9/08
De modo inusual, la Cancillería ha emprendido una minuciosa desmentida de los contenidos de una cadena de correos electrónicos que acusan al Ministerio de deliberado descuido en la definición de la plataforma marítima de la Argentina. Más aún, el texto anticipa que el país no podrá cumplir con el compromiso de presentar su reclamo de soberanía sobre aquella plataforma ante uno de los organismos técnicos creado por la Convención de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar (Convemar), para lo que tiene un plazo improrrogable el 13 de mayo de 2009.
Aunque suscritos con el seudónimo Ulises, se sabe que detrás de los mensajes hay un grupo de políticos y técnicos críticos del Gobierno, entre los que se cuenta el ex diputado Mario Cafiero.
Fragmento de “Tiempos líquidos”, por Zygmunt Bauman, Perfil, 31/8/08
Gran parte del poder requerido para actuar con eficacia, del que disponía el Estado moderno, ahora se está desplazando al políticamente incontrolable espacio global (y extraterritorial, en muchos aspectos); mientras que la política, la capacidad para decidir la dirección y el propósito de la acción, es incapaz de actuar de manera efectiva a escala planetaria, ya que sólo abarca, como antes, un ámbito local. La ausencia de control político convierte a los nuevos poderes emancipados en una fuente de profundas incertidumbres, mientras que la carencia de poder resta progresivamente importancia a las instituciones políticas, cada vez menos capaces de responder a los problemas cotidianos de los ciudadanos del Estado-nación, motivo por el cual éstos, a su vez, prestan menos atención a dichas instituciones. Esta doble consecuencia del divorcio obliga y alienta a los órganos del Estado a (...) delegar en otros un gran número de las funciones que antes habían asumido. Abandonadas por el Estado, tales funciones quedan a merced de las fuerzas del mercado, con fama de caprichosas e impredecibles.
En tercer lugar, la gradual pero sistemática supresión o reducción de los seguros públicos, garantizados por el Estado, que cubrían el fracaso y la mala fortuna individual, priva a la acción colectiva de gran parte de su antiguo atractivo y socava los fundamentos de la solidaridad social. La palabra “comunidad”, como modo de referirse a la totalidad de la población que habita en el territorio soberano del Estado, suena cada vez más vacía de contenido. Entrelazados antes en una red de seguridad que requería una amplia y continua inversión de tiempo y de esfuerzo, los vínculos humanos, a los que merecía la pena sacrificar los intereses individuales inmediatos (...), devienen cada vez más frágiles y se aceptan como provisionales. La exposición de los individuos a los caprichos del mercado laboral y de bienes suscita y promueve la división y no la unidad; premia las actitudes competitivas, al tiempo que degrada la colaboración y el trabajo en equipo al rango de estratagemas temporales que deben abandonarse o eliminarse una vez que se hayan agotado sus beneficios. La “sociedad” se ve y se trata como una “red”, en vez de como una “estructura”: se percibe y se trata como una matriz de conexiones y desconexiones aleatorias y de un número esencialmente infinito de permutaciones posibles.
"La Argentina tiene una clara estrategia de desarrollo", entrevista a A. Bárcena (secretaria general de la CEPAL), iEco, Clarin, 31/8/08
-Ya que habló de la Argentina ¿cómo evalúa las políticas que se aplicaron luego de la crisis del 2001?
-Imagínese usted nada más; el crecimiento del 2007 en la Argentina fue del 8,7%: impresionante. El nivel de actividad fue básicamente 25% superior al del ciclo anterior registrado nueve años antes; se volvió a incrementar la formación de capital cerca del 23% en promedio anual y el volumen de inversiones en bienes durables alcanzó un 9,4%. La Argentina es un país que ha crecido en forma muy dinámica. Hubo una reducción importante del desempleo y el incremento de los salarios fue del 23% el año pasado, algo importantísimo desde el punto de vista del impacto social. Es muy interesante ver el fenómeno argentino.
(...)
Estos últimos años de crecimiento de la Argentina han dejado lecciones muy positivas, eso inspira. Sabemos que hay países que tienen momentos difíciles, pero creo que la trayectoria de Argentina es muy admirada. Además yo deseo, por miles de razones, que a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner le vaya muy bien... solidaridad de mujeres...
“Hay que perder la paciencia”, por José Saramago, ADN, La Nación, 30/8/08
(...) Podemos tener la seguridad de que ahora mismo se está discutiendo de todo en congresos y seminarios, pero apuesto, con una convicción que viene de lejos, que en ningún lugar se está planteando esta sencilla pregunta: ¿es esto una democracia?; ¿por qué no lo es?, si la conclusión es esa, que a mi juicio es la más sensata. Esto que llaman democracia no lo es. Todos sabemos que vivimos bajo una plutocracia. Son los ricos los que gobiernan. Aristóteles (...) escribió algo muy interesante: en una democracia bien entendida, el gobierno de la polis debería ser un gobierno en el que la mayoría de sus componentes fueran los pobres, porque ellos son la mayoría de la población. Eso, añadía Aristóteles, no significa que los ricos no deban estar representados, por supuesto que sí, pero en proporción. (...)
Con esa palabra, democracia, se nos están ocultando cosas que no tienen nada que ver con lo que significa y propone. (...) Hoy se puede decir sin calumniar a nadie que los gobiernos son los comisarios políticos del poder económico. (...) Es lo que me parece que hacen los gobiernos, preparar el terreno para las decisiones económicas a gran escala, multinacionales, pluricontinentales. O nacionales, si así se aconseja.
(...)
Porque, amigos, ya lo sabemos, el mundo democrático está dirigido por organismos que no son democráticos, que algunos, en un alarde de corrección política, dicen que son “ademocráticos”: el Fondo Monetario Internacional no es democrático, la Organización Mundial del Comercio no es democrática y el Banco Mundial no es democrático, no votamos a nadie para estas instituciones, por lo tanto las democracias son gestionadas por poderes no democráticos. Y mientras esto no quede claro en nuestras cabezas, vamos a seguir igual. El otro día tuve una idea que si puede voy a tratar de poner en marcha para la próxima reunión del llamado G-8: que en la misma ciudad o en una ciudad cercana a la que sirva de sede para la reunión de los ocho países más ricos del planeta, se reúnan, en los mismos días, los ocho países más pobres del planeta, exigiendo de los medio de comunicación una cobertura igual.
(...)
La amnesia está instalada. Ha sido la operación más sutil y más canalla, y a la vez más inteligente a la que hemos asistido casi sin darnos cuenta. Bueno, ahora están rizando el rizo, llega la deslocalización. ¿Para qué pagar salarios altos si puedo poner mi fábrica, mi empresa, en otro país donde se pagan salarios más bajos, los horarios laborales son más largos y, lo que es más curioso, las leyes de trabajo del país donde me he deslocalizado no pueden intervenir? Es el reino del arbitrio total del Poder Económico.
(...)
Mientras la derecha ha sido siempre derecha, la izquierda ha dejado de ser izquierda. (...) Cuando la izquierda cambia de nombre y de símbolos y corre hacia el centro parece que no se da cuenta de que se está acercando a la derecha y eso hace que todo los países, hablo de Europa, que tienen gobiernos socialistas, en realidad no tengan gobiernos socialistas, tienen gobierno que son de partidos que se llaman socialistas, pero entre el nombre y la realidad, media el abismo. (...) No tenemos ideas de izquierda. No las hay. Después de un período, en los años sesenta, en que se pensó que volviendo a masticar a Marx alguna cosa se extraería, se acabó concluyendo que la lectura de Marx no es necesaria ni indispensable, porque el mundo ha cambiado de tal manera que Marx no lo reconocería. (...) Pues bien, hoy quiero decirles que no conozco nada más estúpido que la izquierda.
lunes, 1 de septiembre de 2008
"Encanto y decepción por la tecnología", por Ricardo Arriazu, Clarín, 31/8/08
(...)
Desde un punto de vista económico, estas visiones contradictorias se derivan, por una parte de nuestra incapacidad para diferenciar los efectos de corto y de largo plazo de estas tecnologías, y, por la otra parte, de una tendencia del ser humano a ignorar los efectos de sus acciones sobre el resto de la sociedad.
(...)
Estas contradicciones dificultan el análisis de los procesos económicos. La mayoría de los "modelos" económicos utilizan "relaciones de conducta" que asocian las reacciones económicas de agentes económicos "racionales" ante distintos incentivos, pero este supuesto de racionalidad ha sido cuestionado por numerosos analistas (incluyendo un psiquiatra, recientemente galardonado con el equivalente al Premio Nobel de Economía).
(...)
Esta creencia tiene varias falencias. Si bien es cierto que el ritmo de innovación tecnológica es impresionante, su impacto sobre la productividad total de la economía es aun inferior al de las primeras décadas de la posguerra.
(...)
Los costos de comunicación se han reducido dramáticamente: el costo de un pasaje aéreo es hoy (en moneda de poder adquisitivo constante) menos de 1/6 del vigente en 1930, el costo de las comunicaciones es menos de un milésimo y el de procesamiento de datos menos de un millonésimo de los vigentes en aquel entonces. El impacto de esta reducción de costos sobre el desarrollo de la economía mundial es enorme.
(...)
Me gustaría plantear una última duda. ¿Podemos afirmar que toda mejora en actividad económica mejora nuestro bienestar y nivel de vida? La respuesta no es sencilla puesto que depende de las preferencias individuales.
"Toda felicidad es política", artículo sobre T. Adorno, por Sebastián Abad, revista Ñ, 30/8/08
(...)
¿Qué es una sociedad emancipada? ¿Cómo se articula internamente? ¿Qué acciones son necesarias para llegar a ella y, más tarde, sostenerla? (...) Toda política emancipatoria es universal y se refiere a la humanidad, pero los hombres se han constituido subjetivamente a partir de la identificación con sus opresores y han interpretado el sufrimiento como destino de un profundo sentido.
(...)
La paradoja reza: si se considera que alguien es una víctima, no se la reconoce como sujeto político que puede (intentar) liberarse de su sufrimiento. (...) Si, en cambio, alguien se sabe víctima y se designa como tal, entonces ya no es efectivamente tal cosa, puesto que se puede autonominar y hacer algo con su sufrimiento. Al ponerse un nombre y accionar, la víctima se comporta como sujeto político. La víctima es, desde un punto de vista moral, objeto de un discurso que la sostiene en su lugar; desde una mirada política, al ingresar a la palabra y al acto, la víctima se desvictimiza. ¿Qué significa, entonces, la existencia de la víctima que goza, que se resiste a la emancipación? ¿No es éste acaso un enunciado moral para un asunto político? Quizá no haya felicidad que no sea política, si es que no hay ya felicidad que no sea paradójica.
"La génesis del fascismo criollo", por A. Coronato, comentario del libro "La Argentina Fascista" (de F. Finchelstein), revista Ñ, 30/8/08
"El petróleo, en el centro de una voraz competencia", por Oscar Raúl Cardoso, Clarín, 23/8/08
(...)
Pero es interesante encontrar que entre esos motivos ahora figura, para los voceros de las grandes empresas petroleras (llamadas "supermayores" en la jerga de la industria), en el "nacionalismo de recursos", una forma de aludir a las restricciones que ahora les ponen cada vez más gobiernos para explorar y explotar las áreas potencialmente ricas en petróleo. O bien los gobiernos exigen a las empresas petroleras multinacionales términos menos favorables para autorizarlas, como sucedió en Bolivia a partir de mayo del 2006.