viernes, 31 de octubre de 2008

Entrevista a Chantal Mouffe, Clarín, 19/10/08

Frente a la izquierda europea, que sufrió las consecuencias de mimetizarse con el neoliberalismo hasta desaparecer como opción, la latinoamericana reaparece con nuevos ensayos. El consejo: buscar un camino con sello propio. 

 -En América Latina se viven cambios políticos inéditos pero también fuertes reacciones a esos cambios. Bolivia es el caso más emblemático. 'Cómo ve la situación?

-Lo primero que quiero decir es que, en ciertos círculos europeos, vemos con envidia la situación americana, porque en Europa hay una crisis de la izquierda que es realmente muy grave. Hoy, salvo Gran Bretaña con el Nuevo Laborismo y España, no hay gobiernos socialdemócratas. ¡Hasta los países escandinavos han cambiado! Creo que si hay algo que América latina no debe hacer es imitar a Europa y a su modelo de la "tercera vía". América latina debe desarrollar sus propias categorías, usar su creatividad y originalidad para elaborar alternativas de izquierda que sean netamente locales.

-Hay quienes dicen que izquierda y derecha son categorías obsoletas.

-De ninguna manera. Siguen siendo categorías muy pertinentes. Justamente el gran error de la izquierda europea fue haberse movido tanto al centro que dejó de serlo y terminó aceptando las premisas del capitalismo y la globalización neoliberal como única alternativa posible. La supuesta "modernización de la socialdemocracia" fue su aniquilación. Mire el Partido Comunista Italiano, realmente se ha hecho el harakiri, 'no?

 -Muchos de los actuales gobiernos latinoamericanos supuestamente de izquierda también aceptan las premisas del capitalismo.

-Sí. Hoy día el tema es si se puede pensar una izquierda que trate de cambiar las relaciones de poder, la hegemonía, en el marco de la democracia. Algo muy positivo es que los partidos de izquierda abandonaron aquel modelo revolucionario en el que había que destruir todo para construir algo completamente nuevo.

-¿El modelo que usted llamó "amigo-enemigo"?

-Si, ése en que el opositor es un enemigo al que hay que destruir y al cual no se le da ninguna legitimidad. Eso es una negación del pluralismo y no es compatible con la democracia. El problema es que Europa se fue de ese extremo al otro y pasó a lo que yo llamo el modelo de los "competidores".

-¿Cómo es ese modelo?

-Es el liberal y sostiene que la política es un terreno neutro, un campo de negociación en el que se compite por intereses. Este modelo niega una realidad: que en una sociedad no todos podemos querer lo mismo y que, entonces, necesariamente hay confrontación de intereses. Tampoco es real, como afirma este modelo, que se puedan solucionar las diferencias simplemente sentándose todos a una mesa para discutir. No existe un consenso sin exclusión. Una solución donde todo el mundo esté contento. Este modelo elimina el concepto de antagonismo y yo lo que digo es que hay que aceptar la dimensión agónica, admitir que hay intereses en confrontación. 

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