lunes, 29 de diciembre de 2008

Asuntos pendientes, por Eduardo F. Valdes, Perfil, 21/12/08

El 10 de diciembre se cumplieron 25 años de nuestra democracia, 25 años de recuperar el valor de la libertad, el valor de la vida, las instituciones, el disenso. Sin lugar a dudas, como decía una vieja serie televisiva norteamericana, “la democracia es una mala forma de gobierno, pero las demás son peores”.

Sin embargo hay síntomas muy preocupantes: en una encuesta realizada por el Ministerio de Educación de la Nación a jóvenes de cinco provincias entre 11 y 15 años, denominada “La cultura democrática de los adolescentes”, el cumpleaños quedó opacado, pues sólo el 34% de los consultados se expresaron positivamente hacia nuestro régimen, respecto de que era “la mejor forma de gobierno”, el resto o la ignora o prefiere no contestar, un 10% está totalmente en contra.

Un refrán popular dice “los pueblos no se equivocan”. Habría que estudiar las causas por las cuales los jóvenes no sienten a la democracia como un valor con el que se come, se educa y se cura. Según un informe dado por el Centro de Lucha contra el Hambre de la UBA, este mismo 10 de diciembre, 8 niños mueren por día por desnutrición, menos que las 12 criaturas que corrían igual suerte en 2003, pero al día de hoy 2.100.000 personas no tienen acceso a la alimentación básica, bajo el agravante de que Argentina produce alimentos para 300 millones de personas por año. Como dice la organización Tupac Amaru de Jujuy “en un país de pan y de trigo no puede haber ni un pibe con hambre”.

Al 24 de marzo de 1976, en la Argentina el 5% de los argentinos eran pobres, al terminar la dictadura llegaron al 15%, subiendo al 56% en 2002 y bajando al 27% en la actualidad, pero si hacemos un balance, por más que haya descendido los últimos años, nuestros jóvenes no tienen por qué valorar el sistema.

El ministro de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Arroyo, reconoció que en su distrito hay 400 mil jóvenes que no trabajan ni estudian. En momentos donde la sociedad argentina debate qué hacer con estos jóvenes, desde que se pudran en una cárcel hasta la escolarización urgente, bien valdría plantearse algunas comparaciones.

En el año 1982, China tenía 862 millones de pobres (personas que viven con menos de US$ 1,75 por día), según el informe del Banco Mundial de ese año; hacia el 2008, la misma fuente habla de 207 millones de pobres.

¿Cómo hizo?, cuentan que no tenían tiempo para un ciclo educativo de 12 años, por lo que decidieron que con ejércitos de carpinteros, plomeros, albañiles, gasistas y electricistas, oficios que conlleva la construcción, se metieron en zonas rurales, semejantes a las geografías de nuestros barrios de emergencia, y capacitaron durante un año a una cantidad determinada de personas (analfabetos de 4ª generación) que estaban bajo la línea de pobreza. Al terminar su capacitación, el Estado les daba trabajo en obras públicas que llevaba adelante en las zonas urbanas.

Al año siguiente capacitaron a otra cantidad y así fue sucesivamente. El resultado es que al mismo tiempo que en nuestra democracia aumentó la marginación, China sacó a 655 millones de personas de la pobreza. Los hijos de estos nuevos obreros han terminado la escolarización primaria y secundaria, en estos momentos están cursando la universidad. Se podrá decir que China no tiene nuestro sistema democrático, sino un régimen de partido único, pero los números del Banco Mundial y los resultados expuestos son más que ejemplos a imitar. En 1982 decidieron erradicar la pobreza, abrieron su país al ingreso de capitales con el único objetivo de lograr pleno empleo y ascenso social. No es imposible de realizar, sólo basta proponérselo como principal política de Estado. De otra manera meteremos 3 millones de personas en las cárceles pero el problema persistirá.

El capitalismo, la democracia y la integridad, por M. Grondona, La Nación, 21/12/08

La gigantesca "bicicleta" urdida por el inversor Bernard Madoff, que desembocó en el procesamiento criminal de su autor, llamó la atención por su incomparable magnitud (50.000 millones de dólares), pero sólo vino a confirmar la seguidilla de quiebras, malversaciones y escándalos de toda índole que han acompañado la actual crisis financiera internacional. Desde la desmesura de los préstamos hipotecarios hasta la infinita sofisticación de los "derivados" que sólo existían en las alucinantes computadoras de sus creadores, hemos asistido a la formación de una ola colosal de irresponsabilidad, de la cual han participado centenares y miles de grandes o pequeños "Madoff", al lado del descuido o la complicidad de las autoridades. Por eso es que, sobre todo sus enemigos, ahora hablan muy sueltos de cuerpo del "fin del capitalismo".

El blanqueo en un mundo de narcotraficantes, por J. Morales Solá, La Nación, 14/12/08

Desde ya que la Argentina no es México. Mientras aquí se han producido siete y ocho muertes atribuibles al narcotráfico, en México hubo 5400 homicidios en lo que va del año. Pero la preocupación será ya vana cuando se alcancen esos apogeos del crimen. Lo cierto es que el país nunca había descubierto antes envíos tan frecuentes a Europa (sobre todo, a España) de cargas enormes de cocaína, que oscilaron entre los 500 y los 1100 kilo de esa droga.

lunes, 15 de diciembre de 2008

El combate perpetuo, por Martín Kohan, Perfil, 13/12/08

Agraviaron con palabras soeces a las máximas autoridades de la política nacional y provincial, representantes legítimos del pueblo soberano. Vaya y pase: que insulten cuanto quieran. Luego arrojaron por pura hostilidad huevos y cereales, lo que es decir su producción, en la puerta de la sede de la gobernación de Entre Ríos. Y bueno: que tiren lo que quieran. Pero después, aunque no mucho después, y no conformes con lo ya hecho, dieron aun un paso más: pintaron de negro un busto de Eva Perón, que está emplazado justo enfrente de la Casa Gris (no negra, sino gris) donde el gobernador ejerce el mando. El busto de Evita pintarrajeado: eso no, eso sí que no, eso ya es intolerable. Ahí sí que se les fue la mano a los productores rurales entrerrianos, a los que Alfredo de Angeli inspira y conduce, en su protesta contra Sergio Uribarri en lo particular y contra el oficialismo político en general. Porque una cosa es agraviar, de hecho o de palabra, a las personas reales y en el tiempo presente. En esa dimensión, la de la realidad y el presente, siempre hay un margen atendible para la agresión o para el acuerdo. El mundo del pasado, el mundo de los símbolos, es en cambio el mundo infinito del combate perpetuo. Lo entendió muy bien Leopoldo Marechal en Megafón o la guerra. La guerra del peronismo y del antiperonismo se libra sobre todo en el pasado, y en los símbolos de ese pasado. Y cuanto más anacrónicos suenen los términos de esa disputa, más actuales son pese a todo. ¿Es la lucha de las fuerzas cívicas en contra del populismo fascista o es la lucha del proyecto nacional y popular en contra de la oligarquía gorila de la rancia Sociedad Rural? Justamente: es una guerra de términos, una lucha que se libra para dirimir cuáles son los términos de esa lucha. Entonces, los símbolos importan, y mucho. Carlos Gamerro había llevado esta cuestión hasta sus últimas consecuencias en La aventura de los bustos de Eva. La realidad, que no se aquieta, y que se deja decir por la literatura pero a menudo también le contesta, acaba de agregarle un capítulo más a esa novela.

martes, 25 de noviembre de 2008

"Distribución del ingreso, con un fuerte deterioro", por Daniel Muchnik, Clarín, 24/11/08

El retroceso en la distribución del ingreso en la Argentina es el más significativo de América Latina. En 1990, incluso intentando salir de la hiperinflación, el 95 por ciento de los asalariados urbanos en el país tenían cobertura de seguridad social. Quince años después esa protección descendió al 65 por ciento, mientras Brasil mantenía una cobertura del 72 por ciento, Chile el 83 %, Costa Rica del 80%, Paraguay del 76 % y Uruguay del 77 por ciento.

A partir de 2004 y hasta fines del 2007 Argentina tuvo un crecimiento ininterrumpido del 9 por ciento anual en su Producto Bruto Interno. En el 2006, por primera vez en 30 años, superó el nivel del PBI logrado en 1974 (más 6,6 por ciento). 

Sin embargo, los indicadores sociales no se acercaron a los alcanzados a mitad de aquella década del setenta. Hoy, todavía se observan estadísticas desfavorables en desempleo, trabajo en negro y la existencia de una política tributaria regresiva. La mitad de la recaudación total se concentra en el IVA y en el impuesto sobre los salarios. 

(...)

Hay varias conclusiones. En primer término, la desigualdad en la distribución del ingreso se ha multiplicado en la Argentina en los últimos 50 años. La década de los 90 evidencia un incremento notable de las disparidades. En segundo lugar, la Argentina pasó de los más altos niveles mundiales en el ranking de ingreso per cápita (superior al de cualquier otro país latinoamericano) a ocupar niveles tan bajos que en la bibliografía internacional se habla de "el fenómeno argentino". Sólo computan esta información que grafica todo: el ingreso de los asalariados se contrajo de casi el 50 por ciento en 1950 al 25,07 en el 2007. 

Como contrapartida, la porción que antes tenían los trabajadores se encaminó al sector privado, que no mostró, paralelamente, el entusiasmo y la credibilidad en materia de reinversión productiva.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Extractos del discurso de Nicolas Sarkozy acerca de la situación financiera internacional, 25/9/08

La idea de la omnipotencia del mercado que no debía ser alterado por ninguna regla, por ninguna intervención pública; esa idea de la omnipotencia del mercado era descabellada.

La idea de que los mercados siempre tienen razón es descabellada.

Durante varios decenios, se han creado las condiciones que sometían la industria a la lógica de la rentabilidad financiera a corto plazo.

Se han ocultado los riesgos crecientes que había que correr para obtener rendimientos cada vez más exorbitantes.

Se han desarrollado sistemas de remuneración que incitaban a los operadores a correr cada vez más riesgos inconsiderados.

Se ha fingido creer que los riesgos desaparecían uniéndolos.

Se ha permitido que los bancos especulen en los mercados en vez de hacer su trabajo que consiste en invertir el ahorro en desarrollo económico y analizar el riesgo del crédito.

Se ha financiado al especulador y no al emprendedor.

Pero este sistema –hay que decirlo porque es la verdad– no es la economía de mercado, no es el capitalismo.

La economía de mercado es el mercado regulado, el mercado al servicio del desarrollo, al servicio de la sociedad, al servicio de todos. No es la ley de la jungla, no son beneficios exorbitantes para unos y sacrificios para todos los demás. La economía de mercado es la competencia que reduce los precios, que elimina las rentas y que beneficia a todos los consumidores.

La crisis actual debe incitarnos a refundar el capitalismo en una ética del esfuerzo y del trabajo, a encontrar de nuevo un equilibrio entre la libertad necesaria y la regla, entra la responsabilidad colectiva y la responsabilidad individual.

Tenemos que alcanzar un nuevo equilibrio entre el Estado y el mercado, cuando en todo el mundo los poderes públicos se ven obligados a intervenir para salvar el sistema bancario del derrumbe.

Debe instaurarse una nueva relación entre la economía y la política mediante el desarrollo de nuevas reglamentaciones.

La autorregulación para resolver todos los problemas, se ha acabado.

El laissez-faire, se ha acabado.

El mercado que siempre tiene razón, se ha acabado.

Hay que aprender de la crisis para que no se reproduzca. Hemos estado al borde de la catástrofe, el mundo ha estado al borde de la catástrofe, no podemos correr el riesgo de empezar de nuevo.

Si queremos construir un sistema financiero viable, la moralización del capitalismo financiero es una prioridad.

(...)

Es aún más cierto en el campo de las finanzas. ¿Cómo admitir que tantos operadores financieros salgan ganado, cuando durante años se han enriquecido conduciendo a todo el sistema financiero a la situación actual?

Se han de buscar responsabilidades y los responsables de este naufragio deben, al menos, ser sancionados financieramente. La impunidad sería inmoral. No podemos conformarnos con hacer pagar a los accionistas, a los clientes, a los asalariados, a los contribuyentes y exonerar a los principales responsables.

¿Quién podría aceptar algo que sería, ni más ni menos, una gran injusticia?

Además, hay que reglamentar los bancos para regular el sistema, ya que los bancos son el núcleo del sistema.

Hay que dejar de imponer a los bancos reglas de prudencia que incitan primero a la creatividad contable y no a gestionar con rigor los riesgos. En el futuro, habrá que controlar mucho mejor la forma en la que desempeñan su oficio, el modo de evaluación y de gestión de los riesgos, la eficacia de los controles internos, etc.

Habrá que imponer a los bancos financiar el desarrollo económico y no la especulación.

(...)

Estoy convencido de que el mal es profundo y de que hay que renovar todo el sistema financiero y monetario mundial, como en Bretton Woods después de la II Guerra mundial. Así, podremos crear herramientas para una regulación mundial que la globalización y la mundialización de los intercambios hacen necesarias. No se puede seguir gestionando la economía del siglo XXI con los instrumentos económicos del siglo XX. Tampoco se puede concebir el mundo del mañana con las ideas de ayer.

(...)

Si Europa quiere preservar sus intereses, si quiere poder intervenir en la reorganización de la economía mundial, debe iniciar una reflexión colectiva sobre su doctrina de la competencia –a mi juicio, la competencia es sólo un medio y no un fin en sí–, sobre su capacidad para movilizar recursos para preparar el futuro, sobre los instrumentos de su política económica, sobre los objetivos asignados a la política monetaria. Sé que es difícil porque Europa incluye 27 países, pero cuando el mundo cambia, Europa también debe cambiar. Debe ser capaz de transformar sus propios dogmas. No puede estar condenada a la variable de ajuste de las demás políticas, por no disponer de medios para actuar. Y quiero hacer una pregunta seria: si lo ocurrido en Estados unidos, hubiese ocurrido en Europa, ¿con qué rapidez, con qué fuerza, con qué determinación se habría enfrentado Europa, con las instituciones y los principios actuales, a la crisis? Para todos los europeos, es evidente que la mejor respuesta a la crisis debería ser europea. En mi condición de Presidente de la Unión, propondré iniciativas en este sentido en el próximo Consejo europeo del 15 de octubre./.

¿Habrá una nueva oportunidad?, por Héctor A. Huergo, Clarín, 8/11/08

Los granos alcanzaban en esos días los precios más altos de los últimos años, y seguirían subiendo en los tres meses siguientes hasta superar todos los récords históricos en julio. La soja en 550 dólares la tonelada, el doble que un par de años atrás, y con una cosecha de 48 millones de toneladas, garantizaba un ingreso de 25.000 millones de dólares.

Recordemos que el grueso de la producción se comercializa precisamente entre abril y julio. Todo el mundo sabe que la "ventana" comercial para la Argentina allí está abierta a pleno, porque la cosecha estadounidense (el mayor productor mundial) se inicia en septiembre. Pero en esos meses el sector no vendía, convencido de que hacerlo implicaba pagar retenciones de casi el 50%.

Cuando el panorama se despejó, los precios comenzaron a derrumbarse. Sólo con la soja, el campo perdió 6.000 millones de dólares, y el Gobierno dejó de percibir retenciones por 2.000 millones de dólares. También se perdió la oportunidad de fijar precios para la próxima campaña, como es habitual al menos entre los operadores más profesionales del sector.

Los mercados siguen muy volátiles en todos los rubros. Tomemos por ahora a los granos. Los dos grandes "drivers" del boom de los precios de los últimos dos años son el aumento de la demanda asiática, en plena transición dietética, y la expansión del uso de maíz para elaborar etanol en los Estados Unidos. La oferta no pudo seguir el tren de la demanda y los stocks cayeron. Primero, los de maíz en los EE.UU. Y como eso hizo disparar los precios del cereal, le robaron superficie a la soja para hacer más maíz. Consecuencia: la soja también subió y Sudamérica fue una fiesta.

Por algo los granos parecen haber encontrado un piso firme. Todo indica que habrá una segunda oportunidad. ¿Volveremos a convertirla en un problema? 

Perón, Cristina y el G-20, por Juan Gabriel Tokatlian, La Nación, 8/11/08

En efecto, en su retorno a la Argentina, y antes de ejercer su tercera presidencia, Perón afirmaba que, después de décadas de experiencias políticas autoritarias, discordias sociales trágicas, ciclos de regresión económica y etapas de aislamiento diplomático, era fundamental reconstruir el país. Para ello proponía ceñirse a lo que decía estaba inscripto en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos: "todo en su medida y armoniosamente".

Al parecer, no existía tal inscripción literal, sino que Perón recreó, de modo libre, la sentencia de uno de los siete sabios de Grecia. Posiblemente su fuente de inspiración fuera el legislador y político Solón de Atenas (638-559 a.C.) quien acuñó el imperativo "nada en demasía". Este apotegma se concebía en la idea griega de la mesura, el equilibrio y la templanza como virtudes esenciales. (...)

Nuestra política exterior reclama hoy de manera urgente la vigencia de estas virtudes griegas: ponderación, sensatez y destreza. Los escenarios global, regional y local son complejos, cuando no tormentosos. La radicalidad puede ser resultado de la sinceridad, pero no es una virtud en el manejo de los asuntos internacionales. No hay nada bueno ni meritorio en un fiasco célebre: ni la sociedad ni el Estado ganan con victorias pírricas y simbólicas. La arrogancia diplomática tiene altos costos para un país. De igual manera, la subordinación política y su aparente pragmatismo son el preámbulo de grandes desventajas, fracasos y despilfarros. La Argentina ha experimentado ya con estas dos posturas; la petulancia y la sumisión y sabemos que los resultados fueron adversos.


El sistema mundial, la estructura hemisférica y el orden regional están atravesados por profundas y exacerbadas pugnas. La Argentina, en su actual situación interna y externa no está en condiciones de asumir posturas imprudentes. En todo caso debe prepararse y dotarse para la enorme envergadura de los retos que se ciernen sobre la política internacional e interamericana. El conflicto, más que la cooperación, se ha reinstalado peligrosamente en las relaciones internacionales. Por eso el discernimiento y la sofisticación son más que nunca indispensables.


(...)Primero, no puede darse el lujo de carecer de un consenso básico: no sólo es importante un acuerdo elemental, con pocas prioridades puntuales, sino que es inaplazable disponer de una gran estrategia internacional. Segundo, debe contar con diversos socios, amigos, compañeros, aliados; no es atinado desplegar estrategias de confrontación ni en la vecindad más próxima ni hacia contrapartes mucho más recursivas. Hay que detener el declive y eso se logra con otros y no contra todos. Tercero, debe incrementar, con rapidez y claridad "poder blando", es decir; credibilidad, reputación y diligencia. Sin una cancillería moderna y estimulada es muy difícil suponer que la Nación pueda afrontar los retos presentes y futuros. Cuarto, es crucial evitar el ensimismamiento y la pasividad: el aislamiento recorta el poder negociador del país y la parálisis lo hace más vulnerable. Quinto, debe concebir el multilateralismo como un medio y un fin de la praxis externa. Ello exige una diplomacia proactiva y propositiva en múltiples ámbitos y con un arsenal de ideas claras. Y sexto, debe tener la voluntad, desarrollar la capacidad y aprovechar la oportunidad para reinsertarse de modo positivo en la agenda global: la proyección de poder se materializa luego de mucho esfuerzo, decisión y flexibilidad.


Casos como el encuentro del G-20, por ejemplo, ofrecen una ocasión simbólica para ordenar la política exterior. En este sentido, no puede haber sobreactuación ni tampoco resignación. Es sobreactuación confrontar con actores mucho más dotados; sería resignación silenciar todo tipo de crítica ante lo originado en Estados Unidos. Un punto intermedio sería recurrir a una diplomacia con iniciativa, juicio y vigor. Nuestra cancillería, entre otros ámbitos gubernamentales, viene debatiendo desde hace tiempo y sin éxito el perfil externo argentino: ¿debemos privilegiar a América latina o a Sudamérica? Detrás de esa dicotomía está la incapacidad de renegociar la asimetría respecto de Brasil y definir una sociedad estratégica con este país. (...)

 

martes, 11 de noviembre de 2008

Las anteojeras ideológicas de los Kirchner, por Mariano Grondona, La Nación, 9/11/08

Lo que asoma detrás de los discursos de Cristina es, invariablemente, una ideología. El primero que le dio a la palabra "ideología" su sesgo actual fue Carlos Marx al definirla como la justificación pretendidamente racional de una ambición inconfesable. El liberalismo era, según él, la ideología que los burgueses habían diseñado para justificar el capitalismo. Marx no pudo impedir empero que Karl Mannheim y otros autores definieran a su vez al marxismo como una nueva ideología concebida para encubrir la inconfesable ambición del comunismo. 

Tanto el liberalismo como el marxismo dieron lugar a formidables desarrollos intelectuales. El modelo al que apela de continuo Cristina para justificar la pasión por el poder del kirchnerismo es una construcción más modesta, incomparable con aquellos dos grandes ejemplos. Cumple, sin embargo, la función de todas las ideologías de cimentar la incondicionalidad de sus seguidores y también bordea la trampa que acecha a los ideólogos cuando las explicaciones que elaboran para manipular a los demás terminan por atraparlos a ellos mismos, sumiéndolos en la incapacidad de distinguir entre sus fantasías y la insobornable realidad. 

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Crece el 25% el gasto militar en Sudamérica, por Rosendo Fraga, Perfil, 2/11/08

(...)
Se trata de un aumento record en las últimas décadas. El gasto en defensa de los países de América del Sur alcanzará así este año 50.000 millones de dólares, frente a los 39.961 de 2007. 
(...)
Se trata de una tendencia general de los países sudamericanos, dado que el gasto militar aumenta 34% en Paraguay, 32% en Brasil, 29% en Venezuela, 24% en Bolivia, 22% en el caso de Chile y 19% en Perú y Ecuador. Los incrementos anuales más bajos se dan en los casos de Argentina con 18%, Colombia 13% y Uruguay 4%. 
(...)
En cuanto al monto total del gasto sudamericano -algo más de la mitad-, el 55% con 27.540 millones de dólares corresponde al Brasil, que por población, territorio y PBI es aproximadamente la mitad de los 12 países de la región. Sigue Colombia con 6.746, cifra que es originada en el despliegue dedicado al combate con las FARC; el tercero es Chile con 5.395 -el país todavía cuenta con fondos destinados a reequipamiento militar provenientes de las exportaciones de cobre-; y el cuarto es Venezuela con 3.321, país que da al rubro militar prioridad política. 
(...)
Como porcentaje sobre el total del presupuesto nacional, la lectura puede ser diferente. En Brasil en 2007 el gasto en defensa representaba el 2,68% y crece al 3,44% y en Venezuela pasa del 4,79% al 5,18%. Como porcentaje del presupuesto total, los países de América del Sur que destinan más a defensa son Chile, Colombia y Ecuador. 
(...)
Otra lectura que puede realizarse es lo que significa el gasto militar sobre el PBI. Colombia es el más alto, dedicando el 3,34%, Chile destina 2,91% (que se eleva al 3,73% al incluirse los fondos provenientes de la Ley del Cobre). Ecuador dedica 2,01%, Brasil 1,70%, Uruguay 1,56%, Paraguay y Bolivia 1,55%, Venezuela 1% y Argentina sólo 0,87%. 
(...)
En conclusión, si bien el incremento del gasto militar de América del Sur es record en 2008 respecto a 2007 con relación al último cuarto de siglo, el aumento se inscribe en una tendencia mundial en la misma dirección -que puede ser acentuada por tensiones dentro de la región-, pero sigue siendo el más bajo en términos de porcentaje del PBI con relación al resto de las regiones del mundo. 

La operación más cara de los Kirchner, por Joaquín Morales Solá, La Nación, 2/11/08

Ni la oposición ni la disidencia peronista que lidera Felipe Solá estarían en condiciones de frenar el proyecto oficial de estatización en la Cámara de Diputados. Felipe Solá está a punto de romper el bloque oficialista. Hay entre los peronistas de distinto pelaje (compartido también por muchos radicales) una vieja idea proclive al estatismo. No saben por qué, pero saben eso. Las cosas son como son. Las AFJP deberían hacerse también una autocrítica porque nadie tuvo nunca argumentos sólidos para defenderlas. Las propias sociedades de la Capital y el Gran Buenos Aires, mayoritariamente contrarias a la decisión de los Kirchner, según las encuestas, objetan el método y el propósito de la medida oficial. Nada más.

Esa mezcla de ideas estatistas en gran parte de la comunidad política y la carencia de comunicación de los fondos de pensión le abrieron, en principio, un camino más fácil al gobierno entre los diputados. Eso sí: estamos legislando contra lo que piensa y quiere la calle. Tengámoslo en cuenta, por lo menos , se sinceró un diputado peronista. La calle piensa que se llevan la plata para la campaña electoral. Como se ve, no está equivocada.

Los resultados del Senado dependen de muchas cosas. Ahí estarán votando dentro de un mes. ¿Cómo prever lo que pasará dentro de treinta días cuando ningún argentino sabe cómo terminará el día que acaba de amanecer? ¿Cómo, cuando la devaluación del peso no se rindió ni ante una oferta de 1000 millones de dólares hecha por el Banco Central? ¿Cómo, cuando el dólar siguió su escalada aun después de que Guillermo Moreno les prohibiera a entidades financieras vender dólares a grandes compradores aunque fuera plata legítima y declarada?

Una introducción básica al poskirchnerismo, por Mariano Grondona, La Nación, 2/11/08

Si queremos imaginar la Argentina poskirchnerista, quizá nos sirva recordar la Argentina que sobrevivió a Rosas y la que sobrevivió a Perón. La primera fue un éxito. La segunda, un fracaso. Lo que determinó el éxito de aquélla y el fracaso de ésta fue el comportamiento de la oposición.
(...)
Como todo hombre fuerte, en su tiempo de poder absoluto Perón suscitó grandes enconos. El problema fue por entonces que la irritación que el caudillo despertaba concentró a la generación de sus opositores en sólo una de las dos tareas que había acometido la generación del 37: pensar en cómo contradecirlo y, eventualmente, derrocarlo, y ya no en cómo diseñar el país que debería sucederlo. Y así fue como, al caer Perón en 1955, a la inversa de 1853 sus opositores, por un momento triunfantes, carecieron de un libreto en dirección del porvenir.
(...)

En estos momentos en que Kirchner se encamina hacia la suma del poder, su evidente estrategia y su estilo destemplado enardecen todavía más a muchos argentinos. Que quiere quedarse con todo resulta evidente porque su poder no reconoce plazos y porque, si lograra despojar ahora a las AFJP, dejaría sin la única fuente de financiamiento que aún les queda a las empresas que operan en el país. También ellas tendrían que doblar su cabeza ante el autoritarismo oficial. Pero la pregunta que hay que hacerse no tiene tanto que ver con las intenciones y el estilo de Kirchner, sino con la estrategia de la oposición. Como en 1853, como en 1955, lo que hay que preguntarse es si la oposición se contentará con ser únicamente antikirchnerista o si se atreverá además a pensar en un nuevo país: el país del poskirchnerismo.

Hoy, según las encuestas, Kirchner conserva solamente el 30 por ciento de los votos. El 70 por ciento restante es opositor. Lo que se hace notar entonces es que la oposición debería reunirse para vencerlo. Pero ¿podrá hacerlo acaso si no concibe un proyecto común en dirección del poskirchnerismo?

viernes, 31 de octubre de 2008

Falsificación ideológica de teorías y finanzas, por Julián Licastro

La impunidad de la criminalidad económica

Toda gran crisis, no importa el sector en que se manifieste inicialmente, se refiere a la política, y por lo tanto es una crisis general de conducción que refleja errores y vacíos en la toma de decisiones en diferentes planos de acción. Es el caso del colapso financiero de EE.UU., que como país sede del hegemonismo mundial ha dispuesto de los espacios geopolíticos para beneficio del poder financiero dominante, y por ende puede llamar “global” a la extensión ilimitada de su crisis, que nadie previó convincentemente en su alcance real.

La situación se vuelve así mediáticamente anónima, porque no hay responsables ni cómplices de una estafa “planetaria”, ya que el colapso habría ocurrido con la espontaneidad de un “desastre natural” con el cual, por supuesto, se lo compara. Es decir, la globalización sería el fenómeno económico autónomo que, siguiendo la idea de la “autorregulación de los mercados”, produce esta crisis que todos deberemos sufrir por un tiempo indeterminado y con consecuencias más graves para las personas, los sectores y los países más pobres.

Es el punto en que reaparece la ideología, hasta ayer “científica” del neoliberalismo, pero que ahora está dispuesta a suspender momentáneamente sus postulados más imperativos, para dejar que la incertidumbre facilite el trabajo sucio de algunos individuos, tratando de controlar el daño ocasionado [Phd. Jorge Majfud, Lincoln University]. Ya habrá tiempo después para volver a la ortodoxia neoliberal, cuando los Estados y los pueblos hayan pagado con la pobreza o la miseria, según los casos, el botín de la criminalidad económica lamentablemente impune.

La narrativa ideológica de las crisis cíclicas

En la reiteración de sus crisis cíclicas, el capitalismo –ayer industrial, después financiero y hoy salvaje- siempre apeló a las mismas cartas de triunfo: la impunidad en sus manejos delictivos y la memoria frágil de la gente. O sea, el olvido del colapso anterior, el paso del tiempo transcurrido en la reconstrucción, y la preparación más o menos deliberada del próximo golpe. Por eso requirió históricamente la existencia de un Estado fuerte, aunque no necesariamente de una política “estatista”, para enmarcar las condiciones del funcionamiento adecuado de los mercados comerciales y bancarios, en un proceso auténticamente sólido de crecimiento y desarrollo.

La calificación vaticana de “salvajismo”, por el carácter brutal y el abandono de toda norma nacional y código social de esta última etapa del capitalismo, ocurrió precisamente por la apelación de los círculos de poder a la desrregulación total de las actividades especulativas, al precio de acumular un vaciamiento económico que hoy ha quedado en evidencia con elocuente dramatismo. La consigna de los grupos financieros locales y transnacionales, amplificada por el coro mediático a su mando, fue reducir el Estado a su mínima expresión normativa, para dejar que la economía funcionara sola y se expandiera indefinidamente.

Ahora todos descubren el engaño, que los países dependientes experimentamos dolorosamente en tres décadas: una economía de cuño neoliberal, inestable e inequitativa, generadora de niveles inaceptables de exclusión y trastorno social, que sólo se han podido contener con diversas formas de una misma y drástica represión [Madeleine Bunting – The Guardian].

La hipocresía del ilusionismo financiero

Para tener una dimensión de la crisis actual, que recién comienza, digamos que la “burbuja hipotecaria” está ubicada dentro de una aún mayor que, potenciada por el desborde especulativo y su dimensión trasnacional, tiene el impresionante testimonio de haber convertido a EE.UU. en el Estado más endeudado del globo. Su déficit de cuenta corriente de los últimos años, medido en porcentaje del producto bruto nacional es comparable con aquellos países del tercer mundo en vísperas de crisis de reserva de divisas [George Soros].

Se presiente así una próxima y gran caída en la capacidad adquisitiva del pueblo norteamericano, víctima finalmente del sistema imperial con el que coexiste, y que –como enseña la historia en forma inapelable- siempre termina por perjudicar a la sociedad que lo cobija. Un hecho no sólo nefasto desde el punto de vista económico, sino también moral, porque el ciudadano medio ha tenido que soportar el cinismo de financistas como Richard S. Fuld Jr., presidente de la quebrada banca Lehman Brothers, que en declaraciones ante la comisión investigadora del Congreso “justificó” sus remuneraciones personales de 350 millones de dólares por 8 años de dirigir la empresa que arruinó.

Una primera conclusión, de gran trascendencia si la sabemos recordar y desarrollar en el tiempo, es verificar el “colapso de la ortodoxia neoliberal”. La idea única que dominó la política por 30 años con arrogancia triunfalista y una insistencia en la ortodoxia sólo equiparable en escala al dogmatismo del comunismo soviético, cuyo régimen también implosionó [Madeleine Bunting –The Guardian]. 

Es todo un ciclo que pasa y se hunde, habiendo arrastrado en la conceptualización engañosa de la economía, no sólo a la clase empresarial sino al sistema político de la superpotencia militar de nuestra época; y que además marginó, deslegitimó y acalló a cualquier otro pensamiento económico y crítica política válida. Ciclo ligado en su última etapa a una supuesta estrategia de guerra de civilizaciones, que algunos autores consideran sólo como espejismo o velo de amenazas reales, pero de daños autoinfligidos por el propio sistema [Thomas Frank].

En resumidas cuentas: lo que hoy vemos estallar, con pronóstico tan desfavorable como dudoso, es el resultado de la ambición desmedida de los beneficiarios directos de un sistema articulado de falsificación. Falsificación de principios económicos para acomodarlos desaprensivamente a una teoría justificatoria de la especulación financiera local y trasnacional. Emisión oficial masificada de dólares inconvertibles para cubrir déficits enormes de presupuestos excesivos y despilfarro gubernamental. Y fabricación privada de dinero de un crecimiento económico artificial, para lucrar con la venta y reventa de hipotecas incobrables. El descubrimiento, en fin, de la piedra filosofal imaginada en el medioevo, pero esta vez dirigida a convertir en oro el papel.

De lo que se trata, ahora, es ver cuántos son los bienes de la economía real que en rigor existen, detrás de esta nube de bonos y billetes de la “imagen virtual”, para sincerar los términos más concretos de la reanudación de la producción y el trabajo, que es lo único que puede salvarnos. Una despedida estrepitosa de la “nueva economía”, que de nuevo no tuvo nada, porque apeló al viejo truco de la prestidigitación, donde los dedos del ladrón son más rápidos que los ojos de la víctima; eso sí, esta vez eclipsados por el juego de luces de la magia televisiva.

Un pensamiento propio impulsor del desarrollo

En el estudio de las medidas preventivas apropiadas para enfrentar en el país y en la región las repercusiones de la depresión o recesión central que se avecina, debe campear un pensamiento impulsor de nuestro desarrollo que aprenda de la experiencia propia y ajena; porque sin ideas estratégicas no habrá proyecto ni integración. Este nuevo modelo de referencia, que no debe imitar automáticamente a nada, tiene que servir al desenvolvimiento de los pueblos con el mayor sentido de igualdad posible para fomentar la producción, el trabajo y la capacitación en sus múltiples perspectivas, trascendiendo el proceso acotado al mero comercio entre sectores económicos globalizados.

Ya vimos, justamente, como el alineamiento indiscriminado a una globalización asimétrica culminó en desastre, igualmente que la sujeción sin matices a las recetas de la ortodoxia terminó por desmantelar el aparato productivo y expropiar los recursos de los ahorristas. Fue la consecuencia de los cantos de sirena del llamado “consenso de Washington” que en la década del 90 convocó al achicamiento del Estado, la privatización de las empresas públicas y los fondos jubilatorios, la flexibilidad laboral, la abolición de las barreras aduaneras y, en síntesis, la apertura total al capitalismo financiero global, bajo la imposición de uniformar los espacios económicos para estandarizar el mercado mundial [John Williamson].

Estas palabras, cuya excusa fue “la modernización económica” de regiones como América Latina, suenan especialmente lúgubres a la luz del colapso financiero de Wall Street, que está afectando mayormente a los países más dependientes de las recomendaciones erradas de dicho “consenso”. Sin embargo, no habilitan de por sí a un contraplan con las ideas opuestas, que también fracasaron estrepitosamente en el capitalismo de Estado de los países de la órbita soviética. 

Un modelo económico equilibrado, como parte esencial de un proyecto nacional confluyente con la unión regional, es tan necesario como posible; especialmente en la hora de la reconstrucción de la economía mundial, torpedeada por los efectos de una guerra interna de intereses desmedidos, destructores de toda cohesión cultural y sensibilidad social. Pero este modelo no puede caer ni en el voluntarismo político ni en la ideologización de la economía; porque debe plasmar nuestra obligación de ser eficaces y de cambiar e innovar lo suficiente en nuestra conducta laboral y productiva hasta lograr el despegue.

Un nuevo paradigma del conocimiento y la evolución tendrá que ser establecido para brindar el apoyo del Estado y la cooperación de la sociedad a la construcción de un pluralismo económico, orientado francamente a la inclusión social y la integración territorial. Mientras el equilibrio fiscal sin tentaciones demagógicas, y la lucha contra los diversos mecanismos de cartelización y monopolización empresarial, ofrecen una estabilidad imprescindible para crecer y una mejor distribución de la riqueza para el desarrollo humano integral. 

Paralelamente, hay que favorecer y fortalecer el diálogo político en el parlamento, y el diálogo social en todos los ámbitos posibles de concertación, sabiendo que la resolución de los complejos conflictos presentes y futuros encarnados en diferentes sectores de nuestra realidad, exigirá una mayor cultura política y mucha prudencia en la toma de decisiones. Igualmente, es necesario contar con la autonomía de los gobiernos locales y sus líderes comunitarios, para que busquen y encuentren sus propias oportunidades de crear trabajo e impulsar el desarrollo en su jurisdicción.

El fiel de la balanza entre competencia y cooperación

La frustración del desarrollo y la presión de la injusticia generan primero impotencia y después rebeldía. Es una constante del desenvolvimiento histórico–social de los pueblos en la sucesión de sus diferentes etapas. En este trance, la rebeldía se destaca al comienzo como una fuerza capaz de salir de la inercia y la pasividad de una etapa agotada, pero sin proyecto se confunde en la anarquía y las posiciones extremas. En el ángulo opuesto, no canalizar esa fuerza vital y plantearse sólo el reprimirla, equivale a perder por vía reaccionaria toda oportunidad de cambio. Ojalá que hoy, ante las dificultades evidentes de un sistema de dominación financiera, que se encubrió por décadas en una “democracia de mercado” [Bill Clinton] que resultó engañosa, encontremos el fiel de la balanza entre competencia y cooperación que permite a los pueblos, con conciencia de destino, evitar la trampa tumultuosa de la decadencia.

Es sin duda una verdad histórica que el peronismo fundacional fue el movimiento argentino que más adversó a los círculos financieros de entonces, cancelando el total de nuestra deuda externa, y cerrando el capítulo ominoso de los grandes empréstitos beneficiarios de la banca extranjera y su sistema de comisiones por influencia política dolosa. Pero este hecho no nos otorga patente para formular un pensamiento económico excluyente, que pueda prescindir de los distintos análisis, críticas y aportes necesarios para diseñar una propuesta actualizada y eficaz.

Entrevista a Alain Rouquié, La Nación, 26/10/08

-¿Qué hicimos los argentinos con estos 25 años de democracia?

-Antes que nada, la conservaron. Hay que destacar ese récord. No hay precedente de 25 años de democracia en la Argentina. Desde que existe realmente, desde la aplicación de la ley Sáenz Peña en 1916 y la primera elección de Yrigoyen, nunca hubo un período tan largo de democracia sin interrupción. Es necesario destacarlo, en un país que vivió 50 años de inestabilidad y de hegemonía militar. Hubo otros países que conocieron períodos de democracia más o menos prolongados desde los años 80, pero no habían sido tan maltratados por la historia como la Argentina.

-Pero este cuarto de siglo no fue precisamente sereno.

-La realidad se puede mirar como si fuera un vaso medio vacío o medio lleno. Yo prefiero esto último. Si hubo accidentes, períodos que pudieron ser menos satisfactorios desde el punto de vista de la democracia, hubo poquísimas interrupciones. Hubo un presidente, Raúl Alfonsín, que no terminó su mandato, que transmitió el poder antes de su término. Pero todo sucedió dentro de las formas democráticas y en virtud de la voluntad del presidente. Hubo otro (Fernando de la Rúa) que renunció después de manifestaciones de la calle y una situación financiera imposible. Pero el poder no fue tomado por agentes exteriores al sistema. Hubo una continuidad constitucional sin muchos precedentes en el país que permitió muchas cosas. Primero, la alternancia, que es el test de la democracia. Eso quiere decir que nadie puede pretender ser el representante del conjunto del pueblo. Quiere decir que hay partidos, y los hubo muy presentes en esa alternancia. Segundo, cuando las instituciones resisten a una situación como la de 2001-2002, quiere decir que son fuertes. Y lo son porque la opinión pública, los electores y los ciudadanos, así lo quieren. Eso es lo esencial. Recuerde cómo se producían los golpes de Estado en Argentina: no eran los militares los que los hacían, eran los civiles y una parte de la opinión pública que decían "ese gobierno n es aceptable, hay que derrocarlo". Era en ese momento que los militares hacían lo necesario para que el gobierno fuera físicamente derrocado.

-Esa transición no fue fácil.

-En la Argentina hubo elecciones, los derechos humanos han sido respetados durante estos 25 años y hay que señalarlo. Pensemos en 1983. En aquel momento no era para nada evidente que un presidente, con la única legitimidad del voto universal, pudiera restablecer el Estado democrático y consiguiera llevar a los tribunales a los principales responsables de la dictadura. Requirió coraje y a la vez visión de parte de Alfonsín. Una visión que muchos le reprocharon. Era necesario condenar a los miembros de la junta, pero al mismo tiempo no se podían disolver las Fuerzas Armadas. Alfonsín tuvo una visión de estadista. Entendió lo que había que hacer, lo que se podía hacer y lo que era imposible. Fue a partir de entonces cuando la democracia se consolidó, a pesar de todos los obstáculos que tuvo que sortear.

 

(...)

-En otras palabras, ese autoritarismo forma parte de la cultura argentina.

-Así es. Es constitutivo de la cultura política de los argentinos.

-¿Y el peronismo?

-También dejó su marca en la cultura política argentina. Algunas positivas. Lo que hizo Perón en su primera presidencia desbloqueó la situación argentina desde el punto de vista social. El peronismo también tuvo aspectos negativos: la incorporación de la clase obrera en un marco que no era totalmente democrático, y hasta a veces autoritario, que funcionó en un marco muy personalizado y paternalista. Entre 1943 y 1946, fue un movimiento de integración de la clase obrera bajo la égida del Estado, en un contexto nacional, contra los partidos de izquierda. Si en la Argentina no hay partidos de izquierda es por causa del peronismo.

 

-¿Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner son de izquierda?

-Creo que la Argentina todavía sigue en ese período posautoritario y que la democracia madura poco a poco. Hoy, los argentinos critican a Kirchner por su hiperpresidencialismo, por la concentración de poder. Yo veo otra cosa. Veo la ausencia de partidos políticos. No hay partidos políticos en la Argentina. Néstor Kirchner consiguió gobernar sin partido durante todo su mandato. Ahora, con Cristina Kirchner en el poder, está tratando de reconstituir el Partido Justicialista. Pero también el Partido Radical se ha evaporado. Hay dirigentes de calidad tanto a derecha como a izquierda, pero no hay partidos.

-¿Y ésa también es una consecuencia de esos 50 años de militarismo?

-Así es. También es una consecuencia de la última dictadura y de la relación de los argentinos con la política.

-¿Es decir?

-Hay una despolitización de los argentinos. Finalmente, cuando se mira de cerca, el pluriperonismo que ha reemplazado al plupartidismo es una forma de apolitismo. Que haya tantos partidos peronistas o clanes peronistas en la actualidad es una forma de ser apolítico, de no hacer política. Ser peronista es ser ?todo el mundo?. Es una referencia común.

-¿Es también ausencia de ideología?

-Es una visión política, apolítica. En Francia, André Malraux decía: "Todos son, fueron o serán gaullistas". En la Argentina también se podría decir lo mismo de Perón. Pero esto, al final, quiere decir no ser nada. Eso significa que se puede estar tanto a la derecha como a la izquierda. ¿Cómo es posible que Carlos Menem y los ex montoneros estén en el mismo movimiento?

 

-¿Entonces por qué dice usted que la democracia argentina madura poco a poco?

-Porque hoy en la Argentina hay una lucha entre dos culturas. La primera es una cultura de enfrentamiento y de exclusión, heredada, pretoriana, corporativista, que viene de los militares o del peronismo, aunque sea un poco lo mismo, ya que Perón era militar. La "comunidad organizada" era finalmente una idea militar. Esa cultura considera al adversario como un enemigo, que exige ganar a toda costa, defender sus propios intereses cualquiera que sean. La segunda es la cultura que consiste en tratar de crear consenso, en la cual las instituciones cuentan más que los intereses de tal o cual grupo; en la cual se puede, se debe y se llega a hacer concesiones.

-¿Y dónde se expresa esa cultura hoy en la argentina?

-Lo vimos recientemente en el enfrentamiento sobre los impuestos a la exportación de cereales: la cuestión se dirimió en el Congreso. Después de comenzar el conflicto en plena cultura del enfrentamiento, los argentinos fueron al Congreso. El Congreso es el espacio último para crear consenso. La política es el conflicto que se transforma en consenso, en acuerdo en el que todo el mundo puede aceptar que no se trata de una cuestión de vida o de muerte. En la Argentina se comienza a avanzar en ese sentido. Se comienza a regresar a las instituciones, después de que el Congreso se había transformado en una simple cámara de registro y había delegado todo el poder legislativo en el presidente. Sin embargo, aun cuando la cultura de la construcción democrática avanza, hay un verdadero problema con la ausencia de partidos. Los partidos políticos son los únicos instrumentos capaces de hacer la síntesis de todas las expectativas y llevarlas al sitio donde deben ser tratadas.

 

(...)

 

-¿Y Brasil?

-Brasil es todo lo contrario de la Argentina. En la Argentina la gente se acuerda de todo. Es el país de la memoria. La Argentina es el país de "Funes el memorioso". Por el contrario, Brasil es el país de la antimemoria. El país del olvido. Brasil se olvidó de la dictadura. Es verdad que esa dictadura no fue feroz. Las cosas en Brasil se fueron modificando en forma paulatina y serena. El Perón brasileño, Getulio Vargas, ya es parte de la historia. Nadie se declara hoy "getulista", a pesar de que Vargas (1937-1945) hizo prácticamente lo mismo que Perón en lo bueno y en lo malo. En Brasil la historia continúa. Esa es la gran diferencia. La diferencia radica en la actitud que se tiene frente a la historia. Esa es la característica argentina: la historia nunca es definitiva. Su revisión ocupa el centro de la vida intelectual. Un revisionista encuentra siempre otro revisionista que dice "no estoy de acuerdo con eso".

 

"La democracia que supimos construir", por Pablo Mendelevich, La Nación, 26/10/08

La democracia soñada quizá incluía entre sus promesas -aparte del Estado de Derecho y las libertades individuales- mayor equidad en la distribución de la riqueza, partidos políticos fuertes, políticas de Estado consolidadas, cierto grado de alternancia, una justicia independiente y expeditiva, un Congreso más o menos poderoso, y representación política con satisfacción ciudadana garantizada: nada que hoy abunde. Bueno, los partidos sí abundan, hay 710 (37 nacionales), pero eso se debe antes a las facilidades que se dan para crearlos que al éxito de las prestaciones. Vigor no tienen -creer o reventar- desde que en 1994 se los incorporó a la Constitución y se los calificó oficialmente de fundamentales. Está a la vista que la atomización, el transfuguismo, las promociones regenteadas a dedo por caudillos, las picardías electorales del tipo listas espejo, los personalismos dirigenciales procreados in vitro en sets de televisión y el fracaso de todos los mecanismos probados de democracia interna, contribuyeron a la anemia de los partidos políticos tanto como a desalentar la participación a través de ellos.

Entrevista a Chantal Mouffe, Clarín, 19/10/08

Frente a la izquierda europea, que sufrió las consecuencias de mimetizarse con el neoliberalismo hasta desaparecer como opción, la latinoamericana reaparece con nuevos ensayos. El consejo: buscar un camino con sello propio. 

 -En América Latina se viven cambios políticos inéditos pero también fuertes reacciones a esos cambios. Bolivia es el caso más emblemático. 'Cómo ve la situación?

-Lo primero que quiero decir es que, en ciertos círculos europeos, vemos con envidia la situación americana, porque en Europa hay una crisis de la izquierda que es realmente muy grave. Hoy, salvo Gran Bretaña con el Nuevo Laborismo y España, no hay gobiernos socialdemócratas. ¡Hasta los países escandinavos han cambiado! Creo que si hay algo que América latina no debe hacer es imitar a Europa y a su modelo de la "tercera vía". América latina debe desarrollar sus propias categorías, usar su creatividad y originalidad para elaborar alternativas de izquierda que sean netamente locales.

-Hay quienes dicen que izquierda y derecha son categorías obsoletas.

-De ninguna manera. Siguen siendo categorías muy pertinentes. Justamente el gran error de la izquierda europea fue haberse movido tanto al centro que dejó de serlo y terminó aceptando las premisas del capitalismo y la globalización neoliberal como única alternativa posible. La supuesta "modernización de la socialdemocracia" fue su aniquilación. Mire el Partido Comunista Italiano, realmente se ha hecho el harakiri, 'no?

 -Muchos de los actuales gobiernos latinoamericanos supuestamente de izquierda también aceptan las premisas del capitalismo.

-Sí. Hoy día el tema es si se puede pensar una izquierda que trate de cambiar las relaciones de poder, la hegemonía, en el marco de la democracia. Algo muy positivo es que los partidos de izquierda abandonaron aquel modelo revolucionario en el que había que destruir todo para construir algo completamente nuevo.

-¿El modelo que usted llamó "amigo-enemigo"?

-Si, ése en que el opositor es un enemigo al que hay que destruir y al cual no se le da ninguna legitimidad. Eso es una negación del pluralismo y no es compatible con la democracia. El problema es que Europa se fue de ese extremo al otro y pasó a lo que yo llamo el modelo de los "competidores".

-¿Cómo es ese modelo?

-Es el liberal y sostiene que la política es un terreno neutro, un campo de negociación en el que se compite por intereses. Este modelo niega una realidad: que en una sociedad no todos podemos querer lo mismo y que, entonces, necesariamente hay confrontación de intereses. Tampoco es real, como afirma este modelo, que se puedan solucionar las diferencias simplemente sentándose todos a una mesa para discutir. No existe un consenso sin exclusión. Una solución donde todo el mundo esté contento. Este modelo elimina el concepto de antagonismo y yo lo que digo es que hay que aceptar la dimensión agónica, admitir que hay intereses en confrontación. 

lunes, 13 de octubre de 2008

Fragmento de “El dilema argentino: Civilización o barbarie”, de Maristella Svampa, ed. Taurus, 2006

Es sabido que el peronismo se caracterizó por una fuerte tendencia antiintelectual, lo cual parecía justificar la estigmatización que se dirigía en contra de sus masas adictas. En 1946, ya hemos dicho, Américo Ghioldi publicó su libro Alpargatas y libros en la historia argentina, en el cual afirmaría:

       Los argentinos confrontamos otra vez y bajo nuevas formas el antiguo discurrir entre Civilización y Barbarie, ya que han vuelto al galope tendido odios que creíamos extinguidos, fuerzas primitivas lanzadas al asalto y temores, desconfianzas y aprensiones que se traducen en inseguridad de vida.

"La globalización perdió su fundamento", por Jeremy Rifnkin, iEco, Clarín, 12/10/08

Hemos llegado a un punto peligroso de la historia. Asistimos a la perspectiva real de un derrumbe económico mundial de la magnitud de la Gran Depresión de los 30. La crisis creditici mundial se ve agravada por la crisis energética mundial y por la crisis climática mundial, y esto representa un cataclismo potencial para la civilización humana, sin precedentes en la historia.

(...)

La “cultura de la tarjeta de crédito” promovió el poder adquisitivo y puso de vuelta a trabajar a las empresas estadounidenses y a sus empleados para producir todos los bienes y servicios que se compraban a crédito.

(...)

Cuando el ahorro familiar pasó al territorio negativo, los sectores bancario e hipotecario crearon una segunda línea de crédito artificial, para que las familias pudiesen comprar viviendas con poco o nada de dinero, a tasas de interés que subían con el tiempo y amortización de capital retardada (hipotecas subprime).

Millones de estadounidenses mordieron el anzuelo y compraron casas que excedían su capacidad de pago de largo plazo, lo cual originó una burbuja inmobiliaria.

(...)

El resultado de vivir 18 años del crédito es que EE UU es hoy una economía quebrada.

(...)

La importancia del “pico de globalización” es decisiva. El supuesto fundamental de la globalización siempre fue que el petróleo abundante y barato permite a las empresas trasladar capital hacia mercados de mano de obra barata, donde los alimentos y las manufacturas se producen con costo mínimo y altos márgenes de ganancia y luego se envían a todas partes del mundo.

(...)

El mundo necesita un nuevo relato económico, poderoso, que conduzca la discusión y la agenda de la crisis crediticia, el pico del petróleo y el cambio climático, del miedo a la esperanza y de las restricciones económicas a las posibilidades comerciales. Esta historia recién está surgiendo, a medida que las industrias se apuran a incorporar energías renovables, construcción sustentable, tecnología de almacenamiento de hidrógeno, redes inteligentes de empresas de servicios, vehículos eléctricos, preparando el terreno para una tercera Revolución Industrial poscarbono. La cuestión es si podemos hacer la transición a tiempo para evitar el abismo.

"Cuando la codicia supera al miedo", por Jorge Fontevecchia, Perfil 12/10/08:


Más seriamente, surgen discusiones sobre estilos de capitalismo, palabra que da para todo: capitalismo autoritario de Putin, capitalismo dirigido de Charles de Gaulle, capitalismo corporativista de Mussolini, capitalismo mixto de China, capitalismo de amigos (crony capitalism) de los países subdesarrollados, capitalismo “creativo” de Bill Gates o capitalismo cowboy, salvaje o neoliberal. Para el ex ministro de Economía de Brasil, Maílson da Nóbrega, “los países ricos nunca fueron neoliberales; hubo, sí, una reversión de las exageraciones del estatismo en los Estados Unidos y la Inglaterra de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que fue exitosa porque en los años 90 la economía norteamericana creció ininterrumpidamente más de cien meses”. 

"Populismo: los usos de una palabra controvertida", por Nicolás Casullo, Perfil, 12/10/08:

Qué se busca discutir hoy con respecto al tema populismo? ¿Qué se escenifica en realidad en esta suerte de remisión a una huella que no es tal y sin embargo pretende evocar un pasado que vuelve? ¿Por qué aparece el tema entre candilejas, desde vetustos argumentos de la progresía liberal que lo desvinculan de lo sustancial de un debate latinoamericano en nuestra historia? La reposición política periodística de dicho vocablo, trabajado con un eco “fatídico” frente a figuras como la de Néstor Kirchner y, a nivel latinoamericano, Evo Morales, Luiz Inácio Lula da Silva, Rafael Correa, Hugo Chávez, Daniel Ortega y Andrés Manuel López Obrador, pretende desarrollar una campaña con este denominador común aglutinante, con una carga simbólica fuerte en cuanto a su supuesta capacidad de hacer mermar la democracia y sabotear la salud de las repúblicas.

La palabra populismo, de forja básicamente académica, de fortuna científico-social en el continente, surge hace 40 años, se despliega luego en términos políticos, adecuada para tal fin, hasta encerrar un pecado casi de carácter subversivo para las actuales expectativas de una época regida por una única gran lógica del mercado mundial concentrado y un reiterado y obediente statu quo institucional como único gran reloj de las circunstancias históricas.

(...)

Como expresa el teórico político Alain Rouquié, cuando alguien dice de un partido o una personalidad política que es populista es porque no le gusta. Es un término casi insultante y por eso no puede ser un concepto analítico. Sirve para cubrir nuestra ignorancia: cuando los regímenes parecen complejos y no corresponden a los esquemas tradicionales, entonces son populistas.

"¿El final de una era? Hacia un mundo multipolar", por J. Libedinsky, La Nación, 12/10/08:

(...)

¿Qué cambió? ¿Insinúa esta crisis el principio del fin de una era, aquella iniciada con el fin de la Guerra Fría, que convirtió a EE.UU. en potencia hegemónica y a la vez garantía de cierto orden y, por lo tanto, de cierta estabilidad? Renuentes a las definiciones categóricas y grandilocuentes, los intelectuales consultados descartan un anticipo del fin del capitalismo como el que auguran las voces más extremas y, en todo caso, sí admiten el advenimiento de un escenario en el que EE.UU. ya no será el único faro del capitalismo global.

"Ciertamente, somos testigos del fin de la unipolaridad americana", dice Jacques Mistral, jefe de investigación en Economía del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) y miembro del Consejo de Análisis Económico del primer ministro francés François Fillon. "La idea de que estamos entrando en un mundo multipolar es tentadora, y es verdad que hay poderes nuevos que están emergiendo y que podrán jugar un papel más importante en las relaciones internacionales. Dicho esto, la realidad es que en el futuro medianamente cercano no hay poder alguno que pueda estar a la par de EE.UU. Por lo tanto, la situación actual tiene algo de paradójica: EE.UU. ya no puede usar una influencia unilateral, pero su influencia es necesaria para construir un mundo mejor organizado. La forma en que el próximo presidente se relacione con el resto del mundo y el uso que haga del poder y la influencia de EE.UU. tendrán un efecto gigantesco sobre nuestro futuro".

(...)

"Los recursos sólo valen algo cuando el mundo tiene una gran necesidad de ellos. Si entramos en una recesión profunda, Irán y Rusia se verán negativamente afectados también; su poder, en cambio, se fortalece con la alta demanda de los booms económicos. Y, aun así, el poder es algo más que el solo ser rico en recursos, de otra manera los miembros de la OPEP serían mucho más poderosos de lo que son", dijo Waltraud Schelkle, especialista en economía política de la Universidad Libre de Berlín y de la London School of Economics. Pero aclaró que, independientemente de esto, sí estamos viviendo el comienzo del fin de la supremacía americana. Para Schelkle, este proceso comenzó hace algún tiempo, a mitad de los años 80, cuando el garante del flujo monetario internacional se convirtió en una nación deudora.

¿Las consecuencias? Posiblemente un período de inestabilidad política y económica. "No veo un sucesor inmediato en el papel hegemónico de EE.UU., pero tampoco veo que esto sea un problema en términos culturales o ideológicos. EE.UU. simplemente seguirá jugando un gran papel, sólo que menos hegemónico, y eso puede terminar siendo algo bueno".

(...)

Pero así como muchos ven en esta debacle de Wall Street que arrastra a la economía mundial la anticipación de un mundo multilateral, algunos destacan no sólo el fin de una era de hegemonía norteamericana sino, más específicamente, el fin de una era de capitalismo "a la americana". Aunque en este punto tampoco la coincidencia es plena: así como muchos, para explicar las razones de la caída de Wall Street, apuntan a la falta de control estatal en los movimientos financieros y especulativos, otros destacan que justamente fue la injerencia del Estado (o más bien cierta ambición política) lo que provocó el salto al vacío de los créditos subprime.

(...)

Así, para Mistral, es demasiado pronto para ver cómo sería una "nueva era del capitalismo global", pero sí podemos afirmar, dice, que la edad de oro de la desregulación se acabó. "La ideología de que el mercado puede solucionar todos y cada uno de los problemas de la economía mundial ha dado un paso atrás y estamos entrando, en cambio, en una época en la cual se le va a reconocer al Estado un nuevo papel. Pero a no equivocarse: las viejas soluciones definitivamente han perdido su atractivo. Es más, lo poco que podemos predecir de esta nueva era dorada del Estado es que no implicará volver a soluciones que ya fueron descartadas", asegura el autor de La Troisième Révolution Américaine, que hasta hace poco fue consejero de la Embajada de Francia en Washington. 

En cambio, para el reconocido sociólogo norteamericano Richard Sennett, profesor de la Universidad de Nueva York y asesor en la campaña presidencial de Barak Obama, no hay que inventar nada nuevo. "La solución es que el Estado cree más trabajo en empresas manufactureras y de servicios: rescatar puestos de trabajo y no bancos y banqueros. Lo que estoy diciendo no tiene nada de original, fue el objetivo del New Deal en 1930 y, más recientemente, de los países escandinavos. Pero mi argumento es que eso es el futuro, y no el pasado. Estamos entrando en un período de socialismo financiero y eso para mí no es malo", explicó a LA NACION.

(...)

Preocupados como todos, pero menos dispuestos a dejarse llevar por las "conclusiones catástrofe", los expertos admiten que el terremoto es fuerte pero está lejos de haber provocado un derrumbe definitivo. Como mucho, admiten que hay un golpe a las economías del mundo, pero que no es el fin del capitalismo.