Al comenzar este año, existían en los Estados Unidos cinco grandes bancos de inversión indepedientes, sinónimo de Wall Streeet y epicentro del festival financiero que se extendió durante buena parte de este siglo. El domingo por la noche quedaban dos, y ahora ninguno.
Goldman Sachs y Morgan Stanley, los últimos sobrevivientes después de que la semana pasada Lehman Brothers quebró y Merrill Lynch se disolvió en el Bank of America, se conviertieron por propia decisión en bancos comerciales. Dejaron atrás el modelo de altos riesgos, alta ganancia y escasa o nula supervisión que los tuvo como estrellas principales, y se sometieron al escrutinio de la Reserva Federal.
Los cinco grandes de la llamada "edad de oro moderna" de Wall Street (un quinto era Bear Stearns, absorbido por J.P. Morgan el 16 de mayo, con cuantiosos avales del banco central) desaparecieron en cuatro meses.
Con ellos se fue el mercado de derivados de crédito, al menos en sus formas conocidas, y un modelo de negocios que incitaba, con recompensas enormes, a los ejecutivos de inversiones a correr riesgos con enorme cantidad de dinero prestado.
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