martes, 30 de septiembre de 2008

"Tenemos ahora un país más pluralista y diverso", por Fortunato Mallimaci, Clarín, 23/9/08

La búsqueda de un sentido espiritual de la vida es significativa para la gran mayoría de los habitantes de nuestro país. Comprender esa vida espiritual nos puede llevar a conocer gran parte del porqué de las acciones de personas y grupos. La secularización no es la desaparición de lo religioso sino su recomposición. 

Esas creencias tienen un fuerte espesor histórico y social, y provienen de las múltiples memorias judeo-cristianas. Casi el 85% de los habitantes de nuestro país creen en Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. No vivimos -como se repite- un proceso de descristianización sino que están cambiando las formas, maneras e intensidades de búsqueda de ese sentido, que es diferente según clases sociales, nivel de educación, edades, regiones y género. 

Esta búsqueda no se canaliza necesariamente (o no solamente) a través de las instituciones que suponen monopolizar "los bienes de salvación", sino que mayoritariamente cada uno, cada una, por su propia cuenta, crea, recrea, hace y deshace sus caminos creyentes.

No estamos ante sujetos pasivos, manipulables u obedientes a sacerdotes, pastores, rabinos o imanes que dicen lo que hay que hacer en cada momento. La enorme mayoría nunca o casi nunca asiste al culto y se relaciona con Dios sin mediación de una institución. Por el contrario, la creatividad, el "votar con los pies", el tomar creencias de uno u otro universo simbólico, el sentirse libre de optar, el decidir su vida de pareja, familiar y sexual, ya no es una excepción sino parte constitutiva de una cultura de la individuación que crece y se consolida en nuestras sociedades. El creer sin pertenecer no es sólo un problema de las instituciones religiosas sino del conjunto de las instituciones surgidas en la sociedad industrial. 

Junto a esa cultura de la individuación también se desarrolla una cultura comunitarista, de grupos pequeños, que reafirman certezas, dogmas e identidades únicas, fuertes y exclusivas. Estamos hablando de no más de un 10% de la población. Son "núcleos duros" presentes en todos los grupos religiosos, que se expresan con la lógica "amigo-enemigo", desde la cual denuncian, se movilizan, ganan el espacio público, presionan (al poder político o mediático o institucional) y hablan en nombre del conjunto. Estos "núcleos duros" logran a veces monopolizar la representación convirtiéndose en "los católicos", "los evangélicos", "los judíos", "los islámicos", etc.

(...)

La Argentina católica que identificaba argentinidad con catolicidad, hoy ha dado paso a una Argentina diversa. Las opiniones a favor de mayores derechos en la vida sexual y reproductiva, de la despenalización el aborto en ciertas circunstancias y de la posibilidad para los sacerdotes de formar una familia, son mayoritarias entre los católicos. Si los decisores partidarios, empresariales, judiciales, sindicales, etc. no llevan adelante propuestas de ampliación de derechos ya enraizadas en nuestra sociedad no es porque los ciudadanos creyentes están en desacuerdo, sino porque priorizan sus vínculos institucionales políticos-religiosos.

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